Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Néstor Juez:
6
Acción. Thriller John Wick, legendario asesino retirado, vuelve de nuevo a la acción impulsado por una incontrolable búsqueda de venganza. Al tener que luchar contra asesinos sedientos de sangre que le persiguen, John tendrá que llevar sus habilidades al límite si quiere salir esta vez con vida. (FILMAFFINITY)
24 de marzo de 2023
80 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
La extensión vital de toda franquicia cinematográfica se sostiene sobre un reforzamiento de sus cualidades identitarias que, sobre el ascendente intento de superarse, está destinada a afrontar la posibilidad de devorarse. Ante este desafío se enfrentaba la nueva entrega de serie que hoy nos ocupa, aparatosa superproducción cuyas características genéricas la hacen todo un rara avis en el mainstream que llevaba un par de años en nevera, esperando que amainasen las oleadas de COVID-19 y se perfilase un panorama más acogedor para un estreno comercial en salas. Con Keanu Reeves como principal reclamo se estrena John Wick 4 (2023), canto de cisne de la saga de acción aplaudida por público y crítica, que viene de nuevo firmada por Chad Stahelski (acompañado en la primera entrega por David Leitch).

Un festival hiperbólico de artes marciales y tiroteos deudor de múltiples tradiciones cinematográficas que revitaliza los últimos ecos de Matrix y reivindica la figura de las coreografías en tomas generales y los especialistas de acción, que entrega aquí su crepuscular despedida en forma de elevación a la máxima potencia. Una entrega vigorosa, apesadumbrada y técnicamente encomiable, que brilla en muchas de las facetas que exhibe y logra gran parte de sus objetivos, pero se muestra indeterminada calibrando sus rasgos tonales.

La tradición del cine de artes marciales asiático se da la mano con reminiscencias del spaghetti western y rasgos visuales del neo-noir, aderezado del exotismo internacional del cine de espionaje y de paletas cromáticas que pudieran mirarse en los devaneos de ciencia ficción de Villeneuve o en las abstracciones de neón de Nicolas Winding Refn (cabe incluso un guiño a David Lean). Un minimalista relato depurado hasta el arquetipo, con antihéroes en su núcleo devenidos figuras mitológicas, que se encomienda con entregado desempeño técnico a la máxima pirueta física, devenida abstracción de festiva coreografía de puños, llaves, disparos y cuchillos.

Una extensión, en suma, de lo planteado en las tres entregas anteriores, exacerbado aquí como canto de cisne solemne para mayor gloria de los aficionados. Un trabajo comprensible tan sólo como extensión de los conflictos establecidos en las entregas previas, cuya acción retoma prácticamente sin introducción alguna. Apéndice, como decía, que opta por la depuración última del hueso del conflicto pero a través del exceso de su léxico, reflejado en un metraje que se aproxima a las tres horas. Y aún con los lógicos recelos que despierten estas decisiones, es razonable indicar que la película emerge airosa, aunando sus virtudes en la carismática figura del rostro impasible de Keanu Reeves (elevado aquí por ese enigmático contrapunto que es Donnie Yen). Un estoico antihéroe resignado a avanzar hacia delante, en un ejercicio de funambulismo permanente sobre la condición de mártir. Una figura en pleno control de su fisicidad, entregado a una rutina diaria de persecuciones, escaramuzas y confrontaciones.

El argumento es mínimo, y Stahelski estructura el filme alrededor de tres apabullantes bloques de acción en una ciudad diferente, articulados de set-pieces dignas de elogio. Batallas ejemplares que aprovechan al máximo el potencial estético de sus localizaciones, sirviéndose de planos abiertos y una escasa fragmentación por montaje. Violencia demente que nunca se ve tentada a alterar la velocidad natural de las tomas, y que incluso se permite jugar con la altura de la cámara en tomas en movimiento sobre habitaciones sin corte alguno. Disparo raso y Kung-Fu acompañado de manera orgánica de músicas electrónicas, o incluso remixes de melodías clásicas. Un viaje que se sirve de objetos urbanos o elementos iconográficos de nuestra realidad, extendiendo la singular mitología de la saga. Una mitología de reciclaje de tradiciones señoriales europeas para perfilar los rígidos protocolos de un mundo de sociedades secretas que asesina sin discreción. Cuadros, libreas, trajes, hoteles y ritos centenarios. Elegancia y tejido de clanes para un mundo absolutamente ficticio, donde la violencia se torna rutina y pierde su significado.

John Wick 4 adolece de tenerse en demasiada estima, y de buscar reírse de sí misma y apelar con su congoja al mismo tiempo. Exhibe autoconsciencia, marcada por el absurdo inherente a la exageración de múltiples momentos, pero recalca cada pocos minutos la afectación trágica de la odisea de su cruzado. La trama se reduce, pero sigue estando, y sus correspondientes diálogos o perfiles interpretativos apelan por igual a la astracanada que al énfasis trascendente del cine de superhéroes. Sus escenas de acción son hipnóticas, pero la abundancia de ellas y sus similitudes en concepción conllevan una monotonía agotadora. Su humor refuerza su faceta juguetona de divertimento sin pretensiones, y su afán de anticipar y concluir conflictos con declamaciones orales pomposas arruinan cualquier ligereza. El filme bascula permanentemente entre la sublimación y el auto-sabotaje.

La estilización lúdica de la violencia es una vía cinematográfica prolífica, y tras las cátedras sentadas desde Asia en los años ochenta y noventa bien está que series populares como esta prolonguen ese anhelo plástico. El despliegue técnico de John Wick 4, así como su compromiso con una filosofía narrativa que tan fácil puede conllevar el rechazo de tantos espectadores, son noticias positivas. Pero todos aquellos que no conozcan las películas anteriores, o que no comulguen de manera acrítica con sus registros, se encontraran aquí perdidos sin posibilidad de brújula.
Néstor Juez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow