No soy muy amigo de las películas de miedo, básicamente porque me dan miedo. Y yo para que me asusten no veo películas.

De cualquier modo, El exorcista es el tipo de película que se supone que hay que ver una vez en la vida. Y ya no la veré más que ya he cumplido el cupo.

Intentándome abstraer un poco de la parte de terror del film, la película no está mal. La historia de la niña que hace el pino puente mientras juega al disco-chino e insulta al personal vomitando ectoplasma está bien. Pero bueno, fuera de la posesión infernal de la niña, que yo creo que eran gases, el que realmente hace que esta película sea algo, es Jason Miller, interpretando al padre Karras. Ese curilla que creía estar curado de espanto y que una niña que está más p´allá que p´acá le vuelve a dar esa fe que había perdido.

Agua bendita, grititos en latín y otras lenguas muertas, vómitos proyectados, camas volantes medio identificadas y niñas que profetizan la muerte de otros son parte de los ingredientes de El exorcista, y el resultado, al final, es satisfactorio incluso para los poco doctos en el género de terror. Desde luego, sustos te llevas, pero aún así, compensa.