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Voto de Diego Nasarre:
5
Drama Albert Lory (Charles Laughton) es un profesor de escuela en una ciudad de un país indeterminado ocupado por el ejército Nazi durante la II Guerra Mundial. Enamorado de su compañera de trabajo y vecina, la también profesora Louise Martin (Maureen O’Hara), Albert se siente frustrado al ser incapaz de declararse por su carácter acobardado. Esta cobardía es también motivo de burla de sus propios alumnos. Para colmo, Louise mantiene una ... [+]
12 de mayo de 2019
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que a mí, Jean Renoir me gusta como director. En esa faceta tiene obras de gran mérito, de las que recuerdo “Aguas pantanosas” (1941) o “Diario de una doncella (Memorias de una doncella)” (1946). En cambio, otras me parecen sobrevaloradas, como la que comento, mal envejecidas o incluso algo pueriles.

De esa misma etapa americana, de la que forman parte las dos citadas, “Esta tierra es mía” (1943) constituye un trabajo de propaganda dirigido a un público poco sofisticado al que hay que motivar y tornar implacable. El objeto del mensaje es incidir en la voluntad de victoria total, sin compromisos o acuerdos, y la pura eliminación del enemigo. Los medios como ésta se obtenga no tienen importancia; “los que nos bombardean son nuestros amigos” le dice la maestra (Maureen O’Hara) a una anciana que se queja de los ataques indiscriminados a las poblaciones urbanas. Se recurre, aunque con mejor estilo que muchas películas de propaganda hollywoodiana contemporánea, a la degradación del enemigo, en este caso caricaturizado por el austriaco Walter Slezak, como cínico y obeso mayor alemán, del que una vez borrado su barniz superficial se contempla como un ser deleznable y corrupto, convencido de la necesidad de que Alemania conquiste el mundo.

El clímax de la película, y del mensaje subliminal, es la actuación del tímido y cobarde profesor Albert Lory, muy bien interpretado por el gran Laughton, en la que éste lanza un gran monologo o perorata, donde, naturalmente, sale a relucir el amor, no podía faltar este elemento en un film norteamericano aunque sea a varias bandas, y donde sobre todo hasta los verdugos, juez y fiscal, quedan anonadados por la imparable “verdad” revelada. El papel de Laughton viene como anillo al dedo para inducir a la población más pacata a aspirar al heroísmo y al sacrificio; solo basta proponérselo, no importa que se sea entrado en años, gordo, feo y acomplejado.

Conceptos como democracia, libertad o derechos del hombre se repiten machaconamente para dejar bien claro quien representa a los buenos y quien a los malos. En definitiva, lo más viejo del mundo, aunque esta vez, y por aquello del progresismo coyuntural, no aparece lo de “Dios está con nosotros”.
Diego Nasarre
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