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Voto de Iván Rincón Espríu:
6
7.4
57,109
Drama
Matthew Poncelet (Sean Penn), un hombre condenado a la pena capital por el asesinato de dos adolescentes, reclama desde la prisión la ayuda de la hermana Helen Prejean (Susan Sarandon). Durante la semana anterior a la ejecución, Helen intentará que Matthew consiga la absolución y la paz espiritual. Sin embargo, a la hermana Helen no sólo le angustia la espantosa agonía del condenado, sino también el dolor de las familias de las ... [+]
25 de enero de 2024
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor de esta película es la actuación de Susan Sarandon: excelente, rotunda, nos convence de la sinceridad y la honestidad de su personaje…
La monja Helen Prejean es autora del libro Dead Man Walking, que narra su relación con Patrick Sonnier, preso en el pabellón de la muerte por la violación y el asesinato de una pareja de adolescentes en el estado de Luisiana en 1982. Ella formaba parte de un proyecto de apoyo a condenados a muerte desde 1981 en Nueva Orleans y, luego de establecer correspondencia con el acusado, fue su "consejera espiritual".
Escrita, producida y dirigida por Tim Robbins, más actor que director y entonces pareja de Sarandon, la película se basa en dicho libro, que además de ser un testimonio personal, reflexiona sobre el sistema judicial de los Estados Unidos y particularmente la pena de muerte desde una perspectiva espiritual.
De ahí que la película sea su dramatización y haga tanto un alegato contra la pena capital como proselitismo católico. Desde luego, denuncia que los condenados a muerte en los Estados Unidos siempre son pobres y suelen ser negros o latinos, pero el resto de su discurso es más religioso que ético.
Entre comentarios racistas y xenófobos, el presunto criminal declara su admiración a Hitler y Castro, como si esos personajes históricos tuvieran algo en común, con lo que se nos envía también un mensaje político.
La película comienza con imágenes reales de Prejean, cuyos ojos en su juventud eran muy parecidos a los de Sarandon, tan expresivos a su vez que terminan por ser, después de años y décadas, lo más memorable de todo.
La monja Helen Prejean es autora del libro Dead Man Walking, que narra su relación con Patrick Sonnier, preso en el pabellón de la muerte por la violación y el asesinato de una pareja de adolescentes en el estado de Luisiana en 1982. Ella formaba parte de un proyecto de apoyo a condenados a muerte desde 1981 en Nueva Orleans y, luego de establecer correspondencia con el acusado, fue su "consejera espiritual".
Escrita, producida y dirigida por Tim Robbins, más actor que director y entonces pareja de Sarandon, la película se basa en dicho libro, que además de ser un testimonio personal, reflexiona sobre el sistema judicial de los Estados Unidos y particularmente la pena de muerte desde una perspectiva espiritual.
De ahí que la película sea su dramatización y haga tanto un alegato contra la pena capital como proselitismo católico. Desde luego, denuncia que los condenados a muerte en los Estados Unidos siempre son pobres y suelen ser negros o latinos, pero el resto de su discurso es más religioso que ético.
Entre comentarios racistas y xenófobos, el presunto criminal declara su admiración a Hitler y Castro, como si esos personajes históricos tuvieran algo en común, con lo que se nos envía también un mensaje político.
La película comienza con imágenes reales de Prejean, cuyos ojos en su juventud eran muy parecidos a los de Sarandon, tan expresivos a su vez que terminan por ser, después de años y décadas, lo más memorable de todo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sean Penn es de por sí tan odioso y antipático que le queda bien el papel de Sonnier, salvo porque llora sin lágrimas con un copete de tal desproporción que parece chongo, y actúa del carajo en las escenas de la violación y el doble asesinato, hasta el punto de causar menos terror que pena.
Esas escenas son las últimas y, en general, están mal hechas: los disparos son puro ruido, sin fogonazos ni humo, y producto de una torpe contradicción que podríamos calificar de morbo pudibundo, el ruco esconde sus genitales como si alguien lo viera.
¡Hombre muerto en camino! —grita un guardia siempre que sacan de la celda por última vez al condenado. Y esa frase, de antología por su insensibilidad, es el título en inglés tanto del libro como de la película, título que hace predecible el final. En español es ‘Pena de muerte’.
En los créditos finales hay una dedicatoria a los jóvenes asesinados.
Esas escenas son las últimas y, en general, están mal hechas: los disparos son puro ruido, sin fogonazos ni humo, y producto de una torpe contradicción que podríamos calificar de morbo pudibundo, el ruco esconde sus genitales como si alguien lo viera.
¡Hombre muerto en camino! —grita un guardia siempre que sacan de la celda por última vez al condenado. Y esa frase, de antología por su insensibilidad, es el título en inglés tanto del libro como de la película, título que hace predecible el final. En español es ‘Pena de muerte’.
En los créditos finales hay una dedicatoria a los jóvenes asesinados.