Media votos
7.3
Votos
640
Críticas
17
Listas
1
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de AV059:
9
7.9
117,016
Animación. Fantástico. Aventuras. Comedia. Infantil
Cuando su dueño Andy se prepara para ir a la universidad, el vaquero Woody, el astronauta Buzz y el resto de sus amigos juguetes comienzan a preocuparse por su incierto futuro. Efectivamente todos acaban en una guardería, donde por ejemplo la muñeca Barbie conocerá al guapo Ken. Esta reunión de nuestros amigos con otros nuevos juguetes no será sino el principio de una serie de trepidantes y divertidas aventuras. (FILMAFFINITY)
3 de septiembre de 2011
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo no quería hacer una crítica para esta película. Realmente ni siquiera quería verla. Me habían dicho que era muy buena y no la quería ver porque sabía lo que iba a pasar. Y al final nada, la he visto y ha pasado. Me he emocionado con una historia de juguetes.
No lo he podido evitar. Era consciente de lo que estaba viendo, podía ver todos los mecanismos de manipulación y aun así más de una vez tenía que pararme y decirme a mi mismo "a ver, que son muñecos". ¿Por qué pasa esto? Pues porque a mi juicio esta película no es realmente para niños.
¿Para quién es entonces? Pensémoslo con detenimiento. La primera parte apareció en 1995, y fue ésta la responsable de la gran explosión de la animación digital. Los que por entonces teníamos la edad exacta para estar pendientes de los estrenos de Disney (cuando Disney molaba, antes de convertirse en una empresa de explotación de cantantes infantiles) la disfrutamos mucho e incluso nos hizo mirar a nuestros juguetes de otra forma. Woody nos enseñaba que quienes nos quieran de verdad jamás nos dejarán de lado, y Buzz nos enseñaba que podemos ser queridos por ser quienes somos en realidad. Pero además la idea de un mundo en que los juguetes tuvieran vida suponía un montón de posibilidades, que fueron exploradas más profundamente en la segunda parte, cuatro años después. Cuando uno es un niño, cuatro años son muchos, y algunos de nosotros nos acercábamos a la adolescencia y no nos entusiasmamos tanto porque ya no nos preocupábamos demasiado de las películas de dibujos, menos si se trataba de segundas partes. De nuevo, era muy buena, y además planteaba precisamente el tema del niño que crece y se desinteresa por los juguetes, coincidiendo con el crecimiento del público. ¿Cuál es el destino de un juguete? Al decirnos que un muñeco sólo puede vivir si un niño juega con él se introduce una aproximación, posiblemente no intencionada, hacia la ética clásica aristotélica de la excelencia, según la cual los seres alcanzan la virtud al cumplir su objetivo, en este caso hacer felices a los niños. Algo que naturalmente yo no pude ver en 1999.
La tercera parte ahonda aún más en esta clase de cuestiones. Como historia de aventuras, habla de compañerismo y de la búsqueda de identidad y de motivos para vivir. Como historia de juguetes añade un fuerte valor simbólico. Se identifica a los dueños, los niños, con la figura paterna (el bebé diciendo "mamá") o incluso divina ("¿Dónde está tu niño ahora, sheriff?"). El juego se identifica con el trabajo, respecto a lo cual parece haber un mensaje anticomunista que en un principio me descolocó (después de ver Wall-E pensaba que la orientación política de la compañía iba actualmente en otra dirección) aunque el utópico final parece limitar la crítica al socialismo dictatorial en favor del comunismo libertario. Esto es largo de explicar y no quiero centrar mi crítica en ello.
En lugar de ello explicaré mi opinión en spoiler (sin spoilers importantes) por falta de espacio.
No lo he podido evitar. Era consciente de lo que estaba viendo, podía ver todos los mecanismos de manipulación y aun así más de una vez tenía que pararme y decirme a mi mismo "a ver, que son muñecos". ¿Por qué pasa esto? Pues porque a mi juicio esta película no es realmente para niños.
¿Para quién es entonces? Pensémoslo con detenimiento. La primera parte apareció en 1995, y fue ésta la responsable de la gran explosión de la animación digital. Los que por entonces teníamos la edad exacta para estar pendientes de los estrenos de Disney (cuando Disney molaba, antes de convertirse en una empresa de explotación de cantantes infantiles) la disfrutamos mucho e incluso nos hizo mirar a nuestros juguetes de otra forma. Woody nos enseñaba que quienes nos quieran de verdad jamás nos dejarán de lado, y Buzz nos enseñaba que podemos ser queridos por ser quienes somos en realidad. Pero además la idea de un mundo en que los juguetes tuvieran vida suponía un montón de posibilidades, que fueron exploradas más profundamente en la segunda parte, cuatro años después. Cuando uno es un niño, cuatro años son muchos, y algunos de nosotros nos acercábamos a la adolescencia y no nos entusiasmamos tanto porque ya no nos preocupábamos demasiado de las películas de dibujos, menos si se trataba de segundas partes. De nuevo, era muy buena, y además planteaba precisamente el tema del niño que crece y se desinteresa por los juguetes, coincidiendo con el crecimiento del público. ¿Cuál es el destino de un juguete? Al decirnos que un muñeco sólo puede vivir si un niño juega con él se introduce una aproximación, posiblemente no intencionada, hacia la ética clásica aristotélica de la excelencia, según la cual los seres alcanzan la virtud al cumplir su objetivo, en este caso hacer felices a los niños. Algo que naturalmente yo no pude ver en 1999.
La tercera parte ahonda aún más en esta clase de cuestiones. Como historia de aventuras, habla de compañerismo y de la búsqueda de identidad y de motivos para vivir. Como historia de juguetes añade un fuerte valor simbólico. Se identifica a los dueños, los niños, con la figura paterna (el bebé diciendo "mamá") o incluso divina ("¿Dónde está tu niño ahora, sheriff?"). El juego se identifica con el trabajo, respecto a lo cual parece haber un mensaje anticomunista que en un principio me descolocó (después de ver Wall-E pensaba que la orientación política de la compañía iba actualmente en otra dirección) aunque el utópico final parece limitar la crítica al socialismo dictatorial en favor del comunismo libertario. Esto es largo de explicar y no quiero centrar mi crítica en ello.
En lugar de ello explicaré mi opinión en spoiler (sin spoilers importantes) por falta de espacio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Al final es sólo una historia de unos muñecos que hablan y nada más. ¿Por qué tiene entonces una carga emocional tan potente?
Yo creo que es, precisamente, porque aquellos que éramos niños que jugaban con juguetes cuando Woody y Buzz aparecieron en pantalla por primera vez ahora somos mayores. Como Andy. Más que él incluso. Esta tercera parte aparece quince años después de la primera. Quince años. Los que ahora son niños que juegan ni siquiera habían nacido en 1995. No estaban ahí para conocer a estos muñecos.
Creo que esta película es para nuestra generación. Estos muñecos son como viejos amigos para nosotros, igual que para Andy. Ahí está el acierto de la película. ¿Qué es un juguete? Es un vínculo con los recuerdos del niño que un día fuimos. Los juguetes son parte de nuestros años más felices. Son los protagonistas de nuestras fantasías, los personajes que pueblan nuestros mundos imaginarios. Son el símbolo de nuestra infancia. ¿Qué puede tener un valor nostálgico tan fuerte como un juguete? Quizá una película infantil de animación. Por eso al ver Toy Story 3, al disfrutar de una diversión sana e inofensiva, nos sentimos como Andy cuando se permite ser niño por última vez antes de despedirse.
Yo era un niño en 1995 y creo que quienes también lo fueran quizá sintieran al ver esto, como yo, que estos juguetes son como cualquier otro elemento de nuestra infancia. Como pueden serlo los protagonistas de otras películas o libros que por entonces nos encantaban. Como si fueran nuestros propios juguetes. Todo en ellos tiene ese valor nostálgico, desde el heroísmo idealista hasta simplemente su expresión de muñecos en estado "inerte": la sonrisa amable y sincera de Woody, el amigo fiel, ese compañero inseparable que evoca tiempos más sencillos y alegres; y el ceño fruncido y los dientes apretados de Buzz, el tío duro, gran héroe de acción que simboliza esas cosas que nos parecen alucinantes cuando somos pequeños. Mientras veo Toy Story 3 me encuentro compartiendo sus motivaciones, y deseo verlos triunfar porque siento que eso significaría el triunfo de mis propios sueños de juventud.
Quien no vea todo esto siempre podrá disfrutar de una gran historia de aventuras, acción y ambición, con personajes muy bien logrados con sus virtudes y defectos (gran trabajo del guión el poder darnos una idea muy clara de sus personalidades sólo con unas pocas frases), y con grandes dosis de comedia y tragedia.
El final es tan perfecto que debería quedarse ahí. Debería ser el último episodio de la serie. Pero, sinceramente, estando como están las cosas, no me importaría ni lo más mínimo ver una cuarta parte.
Yo creo que es, precisamente, porque aquellos que éramos niños que jugaban con juguetes cuando Woody y Buzz aparecieron en pantalla por primera vez ahora somos mayores. Como Andy. Más que él incluso. Esta tercera parte aparece quince años después de la primera. Quince años. Los que ahora son niños que juegan ni siquiera habían nacido en 1995. No estaban ahí para conocer a estos muñecos.
Creo que esta película es para nuestra generación. Estos muñecos son como viejos amigos para nosotros, igual que para Andy. Ahí está el acierto de la película. ¿Qué es un juguete? Es un vínculo con los recuerdos del niño que un día fuimos. Los juguetes son parte de nuestros años más felices. Son los protagonistas de nuestras fantasías, los personajes que pueblan nuestros mundos imaginarios. Son el símbolo de nuestra infancia. ¿Qué puede tener un valor nostálgico tan fuerte como un juguete? Quizá una película infantil de animación. Por eso al ver Toy Story 3, al disfrutar de una diversión sana e inofensiva, nos sentimos como Andy cuando se permite ser niño por última vez antes de despedirse.
Yo era un niño en 1995 y creo que quienes también lo fueran quizá sintieran al ver esto, como yo, que estos juguetes son como cualquier otro elemento de nuestra infancia. Como pueden serlo los protagonistas de otras películas o libros que por entonces nos encantaban. Como si fueran nuestros propios juguetes. Todo en ellos tiene ese valor nostálgico, desde el heroísmo idealista hasta simplemente su expresión de muñecos en estado "inerte": la sonrisa amable y sincera de Woody, el amigo fiel, ese compañero inseparable que evoca tiempos más sencillos y alegres; y el ceño fruncido y los dientes apretados de Buzz, el tío duro, gran héroe de acción que simboliza esas cosas que nos parecen alucinantes cuando somos pequeños. Mientras veo Toy Story 3 me encuentro compartiendo sus motivaciones, y deseo verlos triunfar porque siento que eso significaría el triunfo de mis propios sueños de juventud.
Quien no vea todo esto siempre podrá disfrutar de una gran historia de aventuras, acción y ambición, con personajes muy bien logrados con sus virtudes y defectos (gran trabajo del guión el poder darnos una idea muy clara de sus personalidades sólo con unas pocas frases), y con grandes dosis de comedia y tragedia.
El final es tan perfecto que debería quedarse ahí. Debería ser el último episodio de la serie. Pero, sinceramente, estando como están las cosas, no me importaría ni lo más mínimo ver una cuarta parte.