Tras dirigir y protagonizar magistralmente la conmovedora Bailando con Lobos Kevin Costner gozaba, en efecto, de una gran popularidad. De modo que, aprovechando esta circunstancia, se embarcó en tan interesante proyecto, pues desde la ñoñería de Errol Flynn y la senilitud del Robin Hood de Connery se había pasado de puntillas por desenpolvar de nuevo al legendario ladrón. De modo que Kevin Reynolds abrió el baúl de las leyendas, llamó a su amigo Costner para que protagonizara la función y a rodar que son dos días.
El resultado fue un Robin Hood fresco, dinámico y divertido a la par que dramático y violento, terriblemente entretenido. Kevin Costner da el pego, al igual que el resto del reparto, aunque uno no deja de pensar que hubiese sido infinitamente mejor disponer de una plantilla de actores protagonistas británicos. Morgan Freeman, para variar, sale muy airoso del papel y Alan Rickman (que es inglés), pese a su ligera sobreactuación, destila humor corrosivo por sus poros, bordando un personaje que sin duda eclipsa a todos los demás, incluyendo a Locksley.
La recreación de la Inglaterra de finales del siglo XII, desde los decorados hasta el vestuario, pasando por el maquillaje, deja evidencia del elevado presupuesto con que se contó para rodar esta perla del cine de aventuras. Debo confesar que la prefiero mucho más que a la de Ridley Scott, y de calle.

Muy recomendable.