En el París de finales del siglo XIX, el pintor impresionista Toulouse-Lautrec, es un artista proveniente de una familia aristocrática francesa y a la vez tullido, enano, feo y deforme, en gran medida por una caída montando a caballo. Toulouse es un aficionado a la vida bohemia y visita con frecuencia el mítico Moulin Rouge. En ese cabaret, mientras bebe, pinta a las bailarinas que bailan el can-can.

Un entrañable homenaje a la memoria de Toulouse-Lautrec, sus amores y tragedias, inmortalizado a través de los lienzos del pintor.

Dirigida con maestría por John Huston, incluida la dirección artística, la película obtuvo siete nominaciones a los Oscar, ganando el de diseño de vestuario y dirección artística. Tiene un reparto aceptable con Mel Ferrer (magistral como Lautrec y como padre de este), Sza Sza Gabor (radiante, hermosa, romántica y alegre), Colette Marchand o Claude Noller (como la madre del pintor), entre otros.

Es una ilustración del París bohemio, animada y emocionante, una película elegante que mantiene la atención por su elegancia y su poder de fascinación.

Bella fotografías en Technicolor de Oswald Morris y una música sensacional de Georges Auric, amén de vestuario y coreografía geniales.

Aunque a veces da la impresión de cierto sesgo naif, lo cual no resta atractivo a este magnífico trabajo con la marca del gran Huston que, además de ser fiel a la vida del genial pintor, nos hace interiorizarnos del aire bohemio parisino.

Consigue además hacer creíbles a los personajes que se deslizan sobre el entarimado del Moulin Rouge.