Leo McCarey fue uno de los mejores directores de cine de las primeras décadas del pasado siglo, baste recordar su celebérrima obra: Dejad paso al mañana (1937), de la que Orson Welles dijo: “quien no llore en la parte final, es una piedra”. Hay otros títulos, por supuesto, incluida una primera versión de la película que ahora comento, de 1939, con Irene Dune y Charles Boyer.

En esta cinta McCarey con exquisitez y elegancia cuenta la historia de un playboy brillantemente interpretado por Cary Grant y una bella cantante de clubes nocturnos encarnada por una guapísima y elegante Deborah Kerr, que se conocen y enamoran en un lujoso crucero. Ambos con sendas parejas (ella es la amante de un magnate y él se va a casar con una rica heredera), comprometidos, pero surge un romance apasionado entre ellos.

Ambos amantes establecen un pacto antes de abandonar el barco: se encontrarán en el Empire State Building en un plazo de seis meses, en caso de que continúen sintiendo el mismo amor el uno por el otro.

Encantadores Grant y Kerr, diálogos muy ocurrentes e incluso graciosos entre ambos, en un melodrama romántico en toda regla, llevado por un sensaconal guion del propio McCarey y Delmer Davis (historia de Mildred Cram) y acompañando una música bellísima de Hugo Friedhofer.

La película fue considerada por el Instituto de Cine Americano como "una de las películas más románticas de todos los tiempos".

Para muchos fue un filme perfecto, una curiosa historia de iteraciones y remakes, censura de por medio en la primera versión (se consideraba que glorificaba la infidelidad), pero que fue readaptada en esta versión en tecnicolor y con un guion equivalente, dicen que por insistencia de Cary Grant. McCarey aceptó porque, para él, "el amor es la emoción más antigua y la más noble".

La película seguiría produciendo remakes e influenciando otras cintas (Glenn Gordon Caron hizo en 1994 Love Affair, la última película de Katharine Hepburn), y en Bollywood se realizaron dos versiones. La original aparece e inspiró Algo para recordar (1993), con Tom Hanks y Meg Ryan en los papeles principales.

Una película bonita, elegante y entretenida.