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España España · Granada
Voto de Kikivall:
8
Drama En el año 1944, durante el horror del campo de concentración de Auschwitz, un prisionero judío húngaro llamado Saul, miembro de los 'Sonderkommando' -encargados de quemar los cadáveres de los prisioneros gaseados nada más llegar al campo y limpiar las cámaras de gas-, encuentra cierta supervivencia moral tratando de salvar de los hornos crematorios el cuerpo de un niño que toma como su hijo. (FILMAFFINITY)
26 de diciembre de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Año 1944, en el centro del horror del campo de exterminio de Auschwitz. En este campo hay unos comandos de judíos, llamados los 'Sonderkommando'; a éstos los llamaban los “portadores de secretos”, vivían aislados de los prisioneros y forzados a asistir como mano de obra a los mandos nazis en la logística del exterminio. Estas patrullas eran, pues, las encargadas de llevar a la cámara de gas a los prisioneros judíos provenientes de otros lugares.

Imagino que los miembros de jurados como la Academia de Hollywood, Cannes, Globos de Oro, etc., quedaron impresionados por este terrorífico film, Ópera Prima del húngaro László Nemes de 37 años, que ha realizado esta obra con un estilo clásico: rodada en 35 mm., cámara en mano, primerísimos planos, encadenamiento de largos planos secuencia donde los tiempos de cada plano son los precisos, ni más ni menos. Esta manera de hacer consigue que el espectador se introduzca como por una puerta maquiavélica, en el pavor de las salas de gas y de los hornos crematorios, y participar de la pesadilla de Saúl; el espectador se convierte en un prisionero más de la barbarie nazi. László Nemes consigue aportar algo nuevo y terrible a las películas sobre la temática del Holocausto judío.

El guión László Nemes y Clara Royer es sencillo pero efectivo, muy efectivo. Narra la única manera de redención de un hombre desesperado. Pues qué otra cosa puede sentir una persona que se pasa el día matando, quemando, esparciendo cenizas de sus congéneres y oliendo a carne humana quemada, a pesar de la improvisada mascarilla que utiliza. Todo casi en silencio, sin poder salirse un milímetro de la función que los nazis les han encomendado, sabiéndose un paria judío con una gran aspa roja a la espalda de su harapienta chaqueta.

La música de László Melis, notas de cuerda y voces que lloran, es impresionante. Oscura y a la vez sugerente la fotografía de Mátyás Erdély. Y el rigor de su puesta en escena que hace de esta película una experiencia inédita.

Esta película logra el objetivo de inquietarnos hondamente e introducirnos en un mundo de tiniebla y desesperación por varias razones. La primera es un magnífico sonido de corte hiperrealista. La segunda causa tiene que ver con una cámara ágil casi siempre detrás de Saúl mientras trabaja en los crematorios y que se mueve al mismo ritmo de los numerosos planos secuencia; y en torno al personaje, de manera vaga, se insinúan tiros de gracia, cámaras de gas, crematorios, descuartizamientos, fosas comunes, etc. En tercer lugar, una limitadísima profundidad de campo, a la que sólo importa mostrar lo que está inmediatamente delante del personaje. Y habría que añadir un cuarto y crucial tema en esta película, esto es, cómo Saúl pone en riesgo a sus compañeros de campo vivos, para honrar un niño muerto.

Nemes resulta certero, artesano y asfixiante, enfocando a un espíritu desgarrado, un rostro casi de demente, encarnado por un enorme actor como Géza Röhrig; toda la película es vivida a través de sus expresiones, de sus gestos, de sus comportamientos, de sus ojos atentos pero muertos en vida que nos muestran los lugares que él visita: el espectador está donde está Saúl.

Esta película no es broma; es una película desasosegante, penosa, impetuosa, irrespirable e inaudita. Te lleva al centro de la peor pesadilla de la historia humana, al nódulo central del infierno en la tierra.
Kikivall
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