Mi título es bien tonto, sí. A juego con la peli.

Mr. Brooks es el hombre del año. Se llama Earl, pero no tiene gracia, ni karma. Es un asesino en serie. Su especialidad es cargarse a la gente durante el coito y luego juega con ellos al escondite inglés.
Lo que no se llega a saber muy bien es de dónde saca Mr. Brooks ese don para aparecerse a las personas justo mientras echan un kiki. Debe ser que lo huele. Qué tío más oportuno. Esta es una de las trescientas veinticuatro cosas que quedan sin argumentar en la película.

El pobre hombre no es que sea asesino, es que es adicto, y, además, bipolar. Siempre lleva pegado al culo a un pelmazo calvo que mira por encima del hombro todo lo que hace y no para de pegarle la chapa. Suficiente tiene el hombre con lo que tiene, no le juzguemos mal. Además, resulta, por lo visto, que su adicción es algo genético y, por tanto, transferible, como los ojos azules, la alopecia o la hemofilia. Como sabréis, las enfermedades genéticas se deben a que el progenitor tiene algún gen defectuoso… para mí que Mr. Brooks los tiene todos chungos. Los que escribieron el guión, debe ser que también.

-¡NIÑA! ¡¿Pero qué haces?! ¿Pero cómo se te ocurre hincarle las tijeras a papá? ¡Qué actitud más deplorable!
-Tú no le entiendes. Es que… ¡mi padre es Kevin Costner!
-¡Ah!.. bueno. Entonces sí.