Mandela es un buen hombre… seguro que así es. Un hombre inteligente, justo y honesto… posiblemente así sea. Pero ¿es Mandela un santo?... quizá. Yo no lo pongo en duda, pero… me da la impresión de que se les ha ido la mano. Había momentos en que le veía a Morgan Freeman una aureola luminosa en la cabeza. Claro está, era mi imaginación… que en algo tenía que entretenerse…

El hecho real aquí narrado, sin duda, es merecedor de que sobre él se escriban novelas y se filmen películas. En general, el siglo XX fue un asco, un cúmulo de atrocidades, e historias como la de la final del campeonato del mundo de rugby del 95 son magníficas excepciones que han de ser contadas. Claro que sí. Pero sin pasarse.

¿Sólo a mí me queda la sensación de haber visto un cuentecillo para niños? ¿Nadie más se ha sonrojado con el buenismo empalagoso de la cinta de Eastwood?

Aquí Eastwood, ya que no puede sorprender ni generar suspense en el espectador siendo el argumento, como es, un hecho conocido, lo que busca es conmover. Lo busca, lo encuentra y se pasa de rosca.

Al maestro le ha salido un telefilm algo ñoñeras, con una buena historia y muy bien rodado e interpretado, como ha de ser, viniendo de quien viene. Aunque los momentos finales a cámara lenta, para mi gusto, sobran. Lo emocionante son los hechos en sí, pero ver un a montón de peña abrazándose, saltando, llorando, bailando… esto parece un anuncio de coca-cola.

La historia de Mandela, ese gran hombre, hará las delicias de los espectadores de sobremesa. A mí me suena a mandanga.