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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
8
Cine negro. Intriga Dos asesinos reciben el encargo de acabar con la vida de un antiguo piloto de carreras. Ejecutado el trabajo, uno de ellos, intrigado, decide averiguar por qué la víctima ni siquiera intentó defenderse o huir. La investigación lo lleva hasta uno de los jefes del crimen organizado. Ésta es la segunda adaptación del relato corto "The Killers" de Ernest Hemingway. La primera ("Forajidos", 1946), indiscutible obra maestra del cine negro, ... [+]
2 de marzo de 2011
37 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Penúltima interpretación de Ronald Reagan, antes del papel de su vida como presidente de los Estados Unidos en la superproducción de los 80 "La guerra de las galaxias". Paradojas del destino, lo que en principio era una buena noticia para el buen gusto cinéfilo —su despedida de la industria—, se acabó convirtiendo en una mala película de suspense sobre misiles y armamento nuclear, demostrando que la realidad siempre supera la ficción.

Aún así, hay que reconocerle su buen hacer en este film —quizás lo mejor que legó al séptimo arte— facilitado tal vez porqué su acción más destacada es propinar un bofetón a Angie Dickinson que deja el de Glenn Ford a Gilda en una suave caricia de gatito.

Como se sabe, hay dos factores que condicionan la aproximación a esta obra. El primero es que se trata de un remake de un clásico negro, "Forajidos", de Siodmak, a partir de un relato de Heminway. Pese a que la primera versión, más reputada, se nutre de mitos por defecto inimitables, como Ava Gardner o Burt Lancaster, casi diría que prefiero la de Siegel; por un lado, debido a la presencia de un imponente Lee Marvin y, por otro, a causa de una ligera variación en la construcción del guión: partiendo de una misma base argumental —la reconstrucción mediante flashbacks de una historia que explique porqué alguien, en la primera escena, prefiere dejarse matar— es en la primera versión un personaje externo a todo lo acaecido antes —un agente de una compañía de seguros— quien trata de averiguar qué pasó, mientras que en la segunda son los propios asesinos quienes lo hacen, con lo que "todo queda en casa". Esta variación, como decía, me parece más atractiva y sugerente que el recurso más tópico de su antecesora. Debe reconocerse, eso sí, que los flashbacks no siempre respetan el punto de vista del personaje que los narra —un hecho, por cierto, bastante habitual—, y a menudo vemos acciones dónde ellos no estaban presentes.

El segundo factor a tener en cuenta es que, aunque después exhibido en cines, se trata de un producto para la televisión. Ello repercute, inevitablemente, en una planificación pensada para ser óptima en ese medio (más simplificada y con la preeminencia de planos medios y primeros planos) y con las carencias técnicas de la época (penosas transparencias en escenas con coches de carreras, por ejemplo). Resaltan, no obstante, el extraordinario sentido del ritmo de Siegel, curtido en la concisión narrativa de la serie B, la eficacia de la intrincada trama, con un persuasivo suspense y un final antológico, una fotografía muy pop llena de colores vivos y la banda sonora de un joven John Williams.

Finalmente, como se ha comentado muchas veces, tanto la estética de los sicarios (trajes y gafas de sol), así como algunas escenas inusuales en el cine de género de esos años (momentos donde hablan de asuntos cotidianos mientras comen o viajan) y la alta impresión de violencia suscitada en el espectador, influyeron mucho en el primer Tarantino y allegados.
Quim Casals
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