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Voto de Ghibliano:
10
8.2
80,323
Drama
Un importante magnate estadounidense, Charles Foster Kane, dueño de una importante cadena de periódicos, de una red de emisoras, de dos sindicatos y de una inimaginable colección de obras de arte, muere en Xanadú, su fabuloso castillo de estilo oriental. La última palabra que pronuncia antes de expirar, ”Rosebud”, cuyo significado es un enigma, despierta una enorme curiosidad tanto en la prensa como entre la población. Así, un grupo de ... [+]
1 de marzo de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Érase una vez un reino muy, muy lejano, en el que vivía un emperador que deseaba pasar a la historia. Para ello, resolvió presentarse ante sus súbditos con el traje más bello jamás confeccionado, fuera cual fuera el precio que tuviera que pagar. Buscó por todas partes a un sastre que elaborase tamaña obra maestra, pero todos ellos, acobardados tal vez por las brutales consecuencias que se aseguraban si el traje no era del gusto del exigente emperador, rehusaron una y otra vez el encargo.
Hasta que un día se presentó en palacio un joven sastre dispuesto a realizar tan ardua tarea. El joven, que no era tonto ni inconsciente, resolvió ante el emperador trabajar por ochocientos dinares al día, sin ningún tipo de limitación material y por tiempo indefinido. Seis meses después, el sastre enseñó el traje a su cliente y éste quedó tan prendado que inmediatamente quiso anunciar su salida. Envió mensajeros a todos los rincones del reino, y en cuestión de horas miles de personas de toda clase, campesinos, clérigos, archiduques, se arremolinaron frente a palacio esperando el milagro.
Cuando nuestro emperador salió por fin, orgulloso de sí mismo y de la pieza que llevaba encima, un halo de admiración se contagió entre todos los presentes, quienes, fascinados, no podían siquiera apartar la vista. En ese momento, sin embargo, un niño saltó de los brazos de su madre, e incrédulo ante el espectáculo que presenciaban sus ojos, gritó con todas sus fuerzas:
-¡¡El emperador va desnudo!!
Esta revelación hizo que todos los presentes cayeran en la cuenta de algo que había estado ante sus ojos. Fascinados por la aparente grandiosidad de los acontecimientos, no se percataron de la realidad que ahora veían con claridad. Indignados, se dispusieron a abuchear al desenmascarado emperador, quien contemplaba atónito cómo la intensa devoción daba paso a un mar de murmullos y miradas inquisidoras.
De repente, la madre del niño se adelantó, y reprendió a su hijo al tiempo que le pegaba un buen capón:
-¡Cállate, niño! Y déjanos disfrutar del traje nuevo del emperador.
-Sí, mamá.
Y todo volvió a la normalidad.
Hasta que un día se presentó en palacio un joven sastre dispuesto a realizar tan ardua tarea. El joven, que no era tonto ni inconsciente, resolvió ante el emperador trabajar por ochocientos dinares al día, sin ningún tipo de limitación material y por tiempo indefinido. Seis meses después, el sastre enseñó el traje a su cliente y éste quedó tan prendado que inmediatamente quiso anunciar su salida. Envió mensajeros a todos los rincones del reino, y en cuestión de horas miles de personas de toda clase, campesinos, clérigos, archiduques, se arremolinaron frente a palacio esperando el milagro.
Cuando nuestro emperador salió por fin, orgulloso de sí mismo y de la pieza que llevaba encima, un halo de admiración se contagió entre todos los presentes, quienes, fascinados, no podían siquiera apartar la vista. En ese momento, sin embargo, un niño saltó de los brazos de su madre, e incrédulo ante el espectáculo que presenciaban sus ojos, gritó con todas sus fuerzas:
-¡¡El emperador va desnudo!!
Esta revelación hizo que todos los presentes cayeran en la cuenta de algo que había estado ante sus ojos. Fascinados por la aparente grandiosidad de los acontecimientos, no se percataron de la realidad que ahora veían con claridad. Indignados, se dispusieron a abuchear al desenmascarado emperador, quien contemplaba atónito cómo la intensa devoción daba paso a un mar de murmullos y miradas inquisidoras.
De repente, la madre del niño se adelantó, y reprendió a su hijo al tiempo que le pegaba un buen capón:
-¡Cállate, niño! Y déjanos disfrutar del traje nuevo del emperador.
-Sí, mamá.
Y todo volvió a la normalidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
No es la mejor película de la historia. Tal vez ni siquiera esté entre las veinte mejores de todos los tiempos.
Pero sigue siendo una obra maestra. Mitificada tal vez, pero en mi opinión, desde luego, no sin razón.
Por un lado están todas las filigranas técnicas que aún hoy se pueden admirar, el lujo de los decorados, los movimientos de cámara, las composiciones y el uso de las sombras, las piezas musicales... lo que todos reconocen.
Por otro está la historia. Y entiendo que haya quienes no la soporten, pero lamento decir que no es mi caso. A mí me gusta muchísimo, tanto en su presentación (que si ya es sorprendente ahora, no quiero imaginar lo que pudo ser en su momento) como en su contenido.
¿Lenta? Yo no lo veo así. Son dos horas muy bien aprovechadas, que condensan un mensaje tan grandilocuente como lúcido, en las que conocemos a un personaje sin duda fascinante.
¿Que no nos muestra mucho sobre él? Puede ser, pero no olvidemos que el argumento es una reconstrucción de los acontecimientos que marcaron la vida del multimillonario Charles Kane a través de las noticias y testimonios de sus allegados. Nadie llegó a conocerle de verdad. Pero sí vemos trazos de lo que narran, de cómo veían ellos a Kane, y esos trazos son tan claros que no queda ninguna duda de que estamos viendo a un hombre angustiado por la búsqueda de una plenitud que nunca le llega, que desea amar y ser amado y remueve cielo y tierra para conseguirlo, pero nunca encuentra lo que necesita para ser feliz.
Rosebud. Un objeto. Un recuerdo. Su infancia.
El reportero indaga inútilmente entre aquellos que, a pesar de todo, nunca llegaron a conocerle. Rosebud pasa de ser una incoherencia senil al nombre de un caballo de carreras, del apodo de una mujer de quien se enamoró a un objeto inanimado. Y tras muchas e infructuosas investigaciones, da por terminada su misión sin obtener una respuesta.
Porque, al fin y al cabo, nadie supo ni sabrá quién era Charles Foster Kane.
Pero sigue siendo una obra maestra. Mitificada tal vez, pero en mi opinión, desde luego, no sin razón.
Por un lado están todas las filigranas técnicas que aún hoy se pueden admirar, el lujo de los decorados, los movimientos de cámara, las composiciones y el uso de las sombras, las piezas musicales... lo que todos reconocen.
Por otro está la historia. Y entiendo que haya quienes no la soporten, pero lamento decir que no es mi caso. A mí me gusta muchísimo, tanto en su presentación (que si ya es sorprendente ahora, no quiero imaginar lo que pudo ser en su momento) como en su contenido.
¿Lenta? Yo no lo veo así. Son dos horas muy bien aprovechadas, que condensan un mensaje tan grandilocuente como lúcido, en las que conocemos a un personaje sin duda fascinante.
¿Que no nos muestra mucho sobre él? Puede ser, pero no olvidemos que el argumento es una reconstrucción de los acontecimientos que marcaron la vida del multimillonario Charles Kane a través de las noticias y testimonios de sus allegados. Nadie llegó a conocerle de verdad. Pero sí vemos trazos de lo que narran, de cómo veían ellos a Kane, y esos trazos son tan claros que no queda ninguna duda de que estamos viendo a un hombre angustiado por la búsqueda de una plenitud que nunca le llega, que desea amar y ser amado y remueve cielo y tierra para conseguirlo, pero nunca encuentra lo que necesita para ser feliz.
Rosebud. Un objeto. Un recuerdo. Su infancia.
El reportero indaga inútilmente entre aquellos que, a pesar de todo, nunca llegaron a conocerle. Rosebud pasa de ser una incoherencia senil al nombre de un caballo de carreras, del apodo de una mujer de quien se enamoró a un objeto inanimado. Y tras muchas e infructuosas investigaciones, da por terminada su misión sin obtener una respuesta.
Porque, al fin y al cabo, nadie supo ni sabrá quién era Charles Foster Kane.