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Irlanda Irlanda · Innisfree
Voto de Ferdin:
10
Aventuras. Acción Guerras napoleónicas, año 1805. Bonaparte domina Europa. Inglaterra consigue resistir porque es la primera potencia naval del mundo. Precisamente por eso los mares se convierten en un crucial y estratégico campo de batalla. En el Atlántico, el Surprise, un navío inglés capitaneado por Jack Aubrey (Crowe), es atacado por sorpresa por un buque de guerra francés. A pesar de los graves daños sufridos por la nave, Aubrey decide navegar a ... [+]
20 de agosto de 2018
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribo estas palabras en el verano de 2018, cuando "Master and Commander" es vista como una reliquia, 15 años después de su estreno, inmersos como estamos en plena era digital, tan pomposa como vacía. En 2003 ya empezaban a ser habituales las películas cargadas de CGI, pero el maestro Peter Weir quiso entregar una aventura auténtica, con sabor clásico, y pese a que la informática presta alguna ayuda en su film, la fragata HMS Surprise es totalmente real (se trata del "Rose", un navío estadounidense del siglo XIX) y el diseño de producción es encomiable por lo que la sensación de veracidad es inigualable.

Weir y su equipo prepararon durante varios años la película, y el resultado se nota, tanto en el movimiento del navío y el detallismo del mismo, con los pertrechos y utensilios, y las vestimentas de la tripulación, como en el lenguaje utilizado por ésta, que parece sacada efectivamente de la morralla inglesa, y la fidelidad histórica. Pocos, por no decir ninguno, anacronismos se ven, en un largometraje deliciosamente culto y didáctico.

Hace 15 años aún no imperaba tonante la corrección política ni la descontextualización histórica, por lo que "Master and Commander" es también una de las últimas películas donde no se imposta nada, los marineros piensan, hablan y actúan como a principios del siglo XIX y desde luego tampoco se coloca un heroico personaje femenino (de hecho todos son hombres) ni se inserta ninguna trama posmoderna ni multicultural tan habitual hoy en día.

Todo en la película rezuma autenticidad: la jerga náutica; las tradiciones y supersticiones de los marinos; sus canciones sobre mujeres; la fascinación con cierta desconfianza ante la ciencia; la vida a bordo, con sus privaciones y sus ingentes cantidades de ron aguado; la actitud ante la muerte; el fatalismo; el amor a la patria; la responsabilidad del capitán (como cuando tiene que dejar morir a uno de sus hombres en alta mar para continuar la misión); las relaciones entre oficiales y marineros; la camaradería no exenta de tensiones (maravillosa y carismática la amistad entre Aubrey y Maturin, encarnados respectivamente por unos impagables Crowe y Bettany), y el inconfundible sabor a principios del siglo XIX que destila todo.

Si a todo ello le sumas una increíble fotografía y un sonido de lujo, unas magníficas batallas navales y una banda sonora extraordinaria, tanto la compuesta para el film como las piezas clásicas, que incluyen desde Bach a Mozart pasando por Boccherini o Vaughan Williams, tienes un producto impagable y una gozada para los sentidos, en una película que si es algo, es irrepetible y tremendamente infravalorada.

Para la eternidad la secuencia de la tormenta en alta mar, las cenas de los oficiales mientras vibra el navío, los debates entre Aubrey, práctico y heroico, y el ilustrado e idealista Maturin, la estancia en las Galápagos que anticipa a Darwin y las arengas de Aubrey, sin olvidarse de las humeantes escenas de combate ni desde luego ese maravilloso final que te deja con ganas de seguir navegando mientras interpretan "La musica notturna delle strade di Madrid" (Luigi Boccherini, 1781).
Ferdin
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