Aprovechando el tirón de un personaje secundario de la secuela de La Momia, Stephen Sommers decidió escribir un guión dándole el papel protagonista al Rey Escorpión, en una especie de precuela "spin off" que podría haber tenido su gracia si tuviera una mínima dosis de talento.
La peli es flojísima: su escasa duración, que no llega a la hora y media, nos deja la impresión de un oportunismo evidente, aparte de una falta de imaginación imperdonable: se abandona completamente cualquier referencia histórica aceptable, y se opta por realizar una cosa de aventuras imitando a Conan pero de una calidad muy inferior. Lo atractivo que podría haber resultado el personaje se desdeña en beneficio de pintarlo como un héroe hipermusculado que da cachiporrazos a diestro y siniestro, aparte de manejar todo tipo de armas con gran destreza, a lo que se añade que va de chistosillo, pero sin tener ni puñetera gracia. La historia se ambienta en una ciudad más o menos mítica, Gomorra, con un malo malísimo, Memnon, una hechicera buenorra, Cassandra, unos soldados que sospechosamente recuerdan a la saga previa de Sommers, y , por el lado bueno de la trama, el prota, al que se adosa el graciosete de turno, además de los acompañantes habituales de cualquier héroe, como el tal Baltazhar (Michael Clarke Duncan demostrando que lo de la Milla Verde debió ser un espejismo), el imprescindible y petardillo niño que hay en todas las pelis por el estilo, todo ello al servicio de la acción, consistente en peleas de todo calibre, algunas vistosas, y la mayoría aburridas, porque hemos visto mil mejores a lo largo del siglo y pico de edad del Séptimo Arte.
Lo peor, sin duda, aparte de la evidente falta de originalidad del conjunto, es el tal Roca Johnson, que es el anticarisma personificado, a quien el empeño de acercarse a ser algo parecido al amigo Arnold le queda demasiado grande.