Si he de buscar un adjetivo para calificar esta extraña película húngara, creo que lo primero que diría de ella es que -como mínimo- es perturbadora. No tenía muy claro de qué iba este experimento; sabía únicamente que estaba enmarcada en un pequeño ciclo de horror (a la postre con gran acierto, desde luego) y que se centra en el cuerpo.

La película cuenta la historia de los varones de tres generaciones de la misma familia, a modo de capítulos: el abuelo, un oficial del ejército con tareas rurales durante la 2ª Guerra Mundial, que ocupa el tiempo masturbándose y pensando en sexo; el padre, un gigante obeso cuya vida gira entorno a competiciones que dirimen quién es capaz de comer más; y el hijo de éste y nieto del primero, un joven delgado y poco agraciado, taxidermista de profesión. Las vidas de los tres son hiladas a través de experiencias poco convencionales que tienen como nexo de unión la obsesión con el propio cuerpo. Obsesiones que residen en la mente y que utilizan el cuerpo de sus dueños para materializarse de un modo u otro. De esta forma, asistimos a un desfile de parafilias, trastornos compulsivos, conductas perturbadas, y en definitiva a un espectáculo impactante no tan poco corriente como creemos.

Calificarla de rara es de justicia, aunque con toda seguridad serán muchos los que la tilden de asquerosa, ya que asistimos en primera fila a un conjunto de prácticas, situaciones y actividades repugnantes, cuando no grotescas, aunque salpicadas de un humor cáustico: el pene lanzallamas, la alegoría de la cópula hombre-cerdo, comer hasta reventar, el vómito continuado, la obesidad obscena o -por no ser muy explícito- el vaciado de cuerpos, entre otras muchas. En resumen, muchos de aquellos pensamientos que obsesionan al hombre en lo más profundo de su cabeza y con los que éste juega, voluntaria o involuntariamente, para encontrar placer y dolor, aquí se nos muestran directa y crudamente llevados a los límites más extremos imaginables. La orgía de la repugnancia y lo grotesco alcanza su cima en un final epatante -a todas luces no apto para todos los públicos-, que se alarga de forma espeluznante para concluir con el horror más absurdo y retorcido.

Por supuesto, se trata del tipo de película que, una vez digerida, se acaba por apreciar o se rechaza por completo. No obstante, además de atrevida, en lo visual es magnífica, y pese a que adolece de ciertos errores y a veces cuesta encontrar el sentido, te hace aferrarte al sillón, ya sea para seguir recreándote en el morbo o directamente paralizado por la náusea.

Recomendable.