EL CASO WINSLOW recuerda un poco, por la forma de haberse llevado desde las tablas al Cine, a Muerte de un viajante, la obra de Arthur Miller; pero su banda sonora, que en ocasiones suena a Händel sin ser de Händel, la maravillosa Gemma Jones y el absolutamente sublime Nigel Hawthorne, quien, al igual que en La locura del Rey Jorge lleva a cuestas, casi él solo, como un Atlas del Imperio Británico, el peso de la película, ponen, para que se haga lo justo, la diferencia. Una diferencia que se plasma en lo que, metafóricamente, queda en medio de la una y de la otra: el charco.
La impecable direción y ese sosiego que imprimen en el alma la flema, el decoro y la sutilidad con que los ingleses -los asombrosos ingleses- se dirigen los unos a los otros, hacen de EL CASO WINSLOW un algo exquisito.
Exquisito, entre tú y yo. Porque entre tú y yo no cabe la mentira.