Hay una escena en LA LISTA DE SCHINDLER que prefiero sobre las demás. En un momento de la cinta se nos dice que a las mujeres de los judíos cautivos en el campo de Amon Goeth, aquellas mujeres que tenían que haber sido llevadas junto a sus hombres a la fábrica-refugio de Schindler en Checoslovaquia, se las ha trasladado a Auschwitz a causa de un error burocrático. Schindler, sin perder un minuto, sale inmediatamente de viaje hacia el terrorífico complejo con la determinación de recuperarlas a toda costa. Para ello, en su cruzada divina, no duda en jugarse de nuevo la vida: chantajea, soborna, suplica y amenaza para, al final, lograr con no pocas complicaciones su objetivo.
A la mañana siguiente continuando con el hilo de la película, cada uno de los judíos a salvo en los barracones de la instalación de Schindler en Checoslovaquia, apostados tras los cristales de las ventanas, aguarda ansioso ver que su esposa, su hija, su hermana o su madre regresa sana y salva; Itzhak Stern, el contable interpretado maravillosamente por Ben Kingsley, espera junto a todos para, cuando ve pasar a Óscar Schindler, retirarse de la vanguardia a sus papeles sin hacer ninguna clase de aspaviento. Preciosa manera de explicarnos Steven Spielberg que Itzhak Stern, sabiendo que Schindler ha regresado de Auschwitz, puede respirar aliviado de una vez para todas: si usted está aquí con nosotros, herr direktor, nada puede ir mal.
LA LISTA DE SCHINDLER fue el taquillazo del año 1993 y una de las mejores películas del Siglo XX. Por si fuera ello poco bagaje, LA LISTA DE SCHINDLER supone una llamada de atención, una línea marcada con un vivo color verde en el texto de la Historia del Cine, o un timbrazo de alarma acentuado con el vivo color rojo del abrigo de una hermosa niña rubia en la moral de todos nosotros. LA LISTA DE SCHINDLER habla de vida en medio de la muerte, canta al amor desde la desolación, pinta la paz sobre el abismo insondablemente oscuro de la guerra. Y conviene que así sea.
Albert Einstein solía decir que si la Humanidad no destruía las armas las armas destruirían a la Humanidad. LA LISTA DE SCHINDLER, como ventana abierta a lo que el mundo debería ser, como obra maestra inspiradísima e inspiradora de uno de los más grandes directores del último tercio del siglo pasado, refuerza la tesis defendida por el premio nobel alemán y nos recuerda, en todo momento, la potencia que se esconde detrás de la palabra gracias y la potencia que se esconde detrás de los actos de perdón.
Si usted se queda con nosotros por un tiempo, señor Spielberg, si usted está aquí durante los próximos cincuenta años, herr direktor, nada puede ir mal.