Media votos
7.4
Votos
643
Críticas
636
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de PROT:
10
7.5
155,823
Ciencia ficción. Fantástico. Drama
Un pequeño ser de otro planeta se queda abandonado en la Tierra cuando su nave, al emprender el regreso, se olvida de él. Está completamente solo y tiene miedo, pero se hará amigo de un niño, que lo esconde en su casa. El pequeño y sus hermanos intentan encontrar la forma de que el pequeño extraterrestre regrese a su planeta antes de que lo encuentren los científicos y la policía. (FILMAFFINITY)
25 de agosto de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al parecer, la cola era de las que hacen afición. Y se hubo de poner toda la carne en el asador para ver al extraterrestre antes de que cualquiera, tras la mala digestión de una Papaúmaumau, quién sabe, viniese a reventarnos el final de la película. Después, codo con codo, flanqueados en las butacas por dos abuelas que ya volaron hacia las estrellas, mi hermano y yo, niños expectantes y fantasiosos, apostamos el honor y la vergüenza: no voy a llorar.
E.T. sigue siendo un canto de esperanza... y una clase magistral para toda existencia. Y aunque no falte el que no la pueda comer porque sea mentira, también, acaso paradójicamente, es un milagro. Es un milagro y Spielberg lo hizo lo mejor que se podía haber hecho.
Perdí la apuesta aquella noche remota de principios de los ochenta. Mi hermano, mi único hermano, que es más joven y aguerrido, me derrotó como los grandes, pues, a hurtadillas, lloraba yo como una magdalena mientras él mantenía el tipo. Perdí la apuesta, decía; sin embargo, devoto alumno de Steven Spielberg y de sus clases, conseguí dejar intactos el honor y la vergüenza: que no todas las lágrimas que se vierten son amargas, y que no siempre el que llora sale perjudicado.
Creeré en ello toda mi vida. Cada día.
E.T. sigue siendo un canto de esperanza... y una clase magistral para toda existencia. Y aunque no falte el que no la pueda comer porque sea mentira, también, acaso paradójicamente, es un milagro. Es un milagro y Spielberg lo hizo lo mejor que se podía haber hecho.
Perdí la apuesta aquella noche remota de principios de los ochenta. Mi hermano, mi único hermano, que es más joven y aguerrido, me derrotó como los grandes, pues, a hurtadillas, lloraba yo como una magdalena mientras él mantenía el tipo. Perdí la apuesta, decía; sin embargo, devoto alumno de Steven Spielberg y de sus clases, conseguí dejar intactos el honor y la vergüenza: que no todas las lágrimas que se vierten son amargas, y que no siempre el que llora sale perjudicado.
Creeré en ello toda mi vida. Cada día.