Woody Allen acostumbra a interpretar papeles cómicos: es el mayor neurótico de la gran pantalla, sarcástico y divertido a la vez, rodeado a menudo de artistas e intelectuales. La primera parte de Manhattan sigue esta pauta, presenta personajes interesantes, los diálogos son muy ingeniosos y predomina la comedia por encima del todo.

La segunda parte, sin embargo, la película da un vuelco dramático fenomenal. Woody se pone un traje poco habitual en él y protagoniza un final de la historia memorable.

Narrada magistralmente y con un reparto de lujo, Manhattan es una maravillosa película sobre el carácter especulativo de las relaciones de pareja y los caprichos de nuestro corazón.