Una película debe tener un sentido, debe estar mediada por el objetivo de trasladar unos significados al espectador. Es esto lo que vertebra al producto cinematográfico. Sin esto y, a pesar de los múltiples efectos especiales que muestre, la película carece de alma. Su argumento nos parece gratuito y, por muy buenos actores con que cuente, no nos llegará a interesar de verdad.
Lo anterior es exactamente aplicable a "Enterrado", un simple ejercicio cinematográfico para provocarnos angustia, sin ningún otro sentido, más allá de unas burdas críticas, (en realidad, unos pegotes que terminan de lastrar al film).
El director ha desplegado todas sus posibilidades técnicas, hasta el nivel del virtuosismo, en el intento de agobiar al espectador, pero precisamente por hacerlo tan en el vacío, fracasa. Se trata de un protagonista del que no conocemos sus circunstancias, no sabemos el contexto de la acción y además, vemos que todo el asunto no llega a ninguna parte. Los recursos que el director y el actor despliegan, no están al servicio de una historia humana, una historia que se vincule con nuestros valores y el sentido y contenidos de nuestras vidas. En efecto, gran parte del cine actual se aleja de esta forma clásica de hacer cine y se acerca así, peligrosamente, al videojuego.