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España España · Málaga
Voto de Kaori:
9
Intriga. Thriller Tom Ripley, un cazafortunas, es enviado a Europa por el señor Greenleaf para buscar a su hijo Philip, un playboy mimado, y llevarlo de vuelta a los Estados Unidos. A cambio recibirá 5000 dólares. Philip engaña a Tom fingiendo que está decidido a volver, pero no tiene ninguna intención de dejar a su prometida ni de cumplir los deseos de su padre. (FILMAFFINITY)
30 de junio de 2017
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
O puede que sea realmente el sol el que nos ciega. Ese sol del Mediterráneo que ya fue causa para el crimen de aquel otro, para el eterno «extranjero». Casualmente, Ripley es también un «extraño», aunque no francés sino americano en tierras italianas. «A pleno sol» es un título maravilloso, perfecto, para esta película maravillosa, porque nos transmite esa sensación de vivir al límite y exponerse sin moderación al fuego de un sol sediento de ambiciones, de placer, de superficialidad indolente echado en una playa. No importa quemarse. «Lo mejor», «lo mejor».

Tom Ripley, alma y cuerpo de esta película, es el sublime Alain Delon. Su interpretación es antológica y una de las mejores que puedo recordar sobre la figura de un criminal. Cómo cambia la expresión de sus ojos cuando nadie lo observa y de qué forma se pasea por un mercado callejero como quien pasea entre hormigas; vaya escenón, por cierto. Su belleza exquisita, indecente, es un atractivo más para un Ripley tan complejo, tan trabajado, que incluso engaña al propio espectador. Le creemos inocente, ingenuo, paleto... Pero Ripley lo sabe todo, lo estudia todo, lo oculta todo con su prodigiosa inteligencia y su alegre sonrisa. Difícilmente seremos tan cómplices de un asesino como lo somos de Ripley. Quizá nunca veamos un psicópata más perfecto, más inmenso, más ambiguo, más inmoral, y aun así culpablemente deseable, admirado. Es un acierto que no se busque justificar a Ripley con historias personales tiernas ni discursitos sociales, eso de humanizar el mal, como si el mal no fuese humano. Incluso lo que parece amor por su parte no lo es, es posesión. «Toca... para mí». Mítico.

Esto es gracias también a un soberbio guion que no recurre a circunloquios, monólogos, voz en off, prólogos, preludios, antecedentes ni otras sobrexplicaciones que aburren y ralentizan la trama; y que además está escrito con inteligencia, coherencia y concisión, plagado de detalles que vuelven esta historia rica y abierta a la interpretación y al redescubrimiento cada que vez que se vea. «A pleno sol» empieza de forma directa y deja que sus personajes se muestren como son, se desarrollen a través de sus actos, de sus gestos. No sobra ni falta nada, cada palabra y escena se encamina a un fin y tiene la profunda base de la psicología, de la naturaleza humana. Lo primero que vemos de Ripley, de quien tardamos en conocer su nombre, es que escribe por Greenleaf las postales que envía y las firmas auspiciado por el propio Philippe; esta es una presentación de personajes inmejorable, premonitoria. A partir de ahí, bromas de mal gusto, imitaciones malsanas, eróticas, frente a un espejo; un voyerismo frío y silencioso, un juego de apariencias y manipulaciones, de verdades que no parecen verdad o complejas fabulaciones. Y Ripley y su pollo asado. Qué grande.

Un thriller a mi parecer impecable con una puesta en escena veraniega, luminosa y decadente; una dirección de René Clément tensa y diáfana, y para completar el cuadro la música de Nino Rota. Sin olvidarnos de un enorme y descarado Maurice Ronet que en el poco tiempo que sale se hace inolvidable.

Cine negro en su plenitud, fatal. Puede que sea Ripley quien realmente nos vuelve ciegos.
Kaori
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