Adoro a James McAvoy. Con esta declaración pública, ya os podréis imaginar por qué he visto «Múltiple» y por qué, además, me la he puesto en versión original. Tenía que escucharlo. Tenía que apreciar todos los matices de su interpretación en un papel múltiple y cambiante que él lleva a cabo como el profesional, el artista, el escocés que es.

No cualquier actor, como he leído en alguna crítica, podría hacer de Kevin. Y menos aún con esa soltura, con esa naturalidad con la que él lo hace. Cambiar de personaje de un segundo a otro y hacerlo reconocible con un par de frases es una tarea compleja en la que se tiene la dificultad añadida de caer en la sobreactuación, el ridículo o la falta de credibilidad. McAvoy cumple con creces. Se hace dueño de la pantalla y nos deja a todos con la misma cara que ponen las chicas secuestradas ante ese despliegue de personalidad múltiple tan inquietante como atrayente. Anya Taylor Joy lo acompaña con un rostro magnético, una presencia cuasi fantasmal con su cabello liso y sus enormes ojos oscuros. Una simbiosis con feeling.

Claro, que aquí la cuestión es: ¿de qué va «Múltiple»? Una piensa que es un thriller, con sus más y sus menos, durante la mayor parte de metraje pero de repente, siguiendo esa costumbre de Shyamalan de querer rompernos los esquemas de una u otra manera, ya sea para mal o sea para bien, la película muta cual Kevin y adquiere otra identidad para la que admito no estaba preparada. Shyamalan sonríe, satisfecho de haber hecho una película de ciencia ficción, de fantasía, camuflada de thriller psicológico realista, porque que esto sea de terror simplemente me niego a admitirlo. ¿El resultado?

A mí el concepto no me ha convencido en absoluto, porque «Múltiple» trabajaba con los códigos de lo real, eso era lo en verdad fascinante. Pensar en cómo escapar del monstruo que te tiene prisionera, la batalla mental entre la presa y el cazador, el abismo psicológico de Kevin, la capacidad de la mente humana de desdoblarse, de blindarse al dolor y los traumas, a veces desde la voluntad y otras desde la locura. La historia personal de la protagonista Casey tiene sentido al relacionarlo con estas ideas, pero esa forma de contar la vida de los personajes a través de flashbacks, ponerlo todo tan evidente y explícito, en mi opinión es innecesario y redundante, un recurso poco creativo en la narración y la construcción de los personajes. Si se hubiesen omitido todas esas escenas el metraje se reduce y la trama principal fluye mejor. No había necesidad de dos horas, porque esta historia es sencilla en cuanto a argumento y mensaje, en el que de nuevo parece rondar eso de que los fuerte sobreviven y los débiles merecen morir. Cuidado.

La dirección da en el clavo con una puesta en escena reducida, claustrofóbica, y unos primeros planos que contribuyen a la sensación de agobio, de distorsión mental, que debería haberse incluso potenciado más. Altamente engañosa, por cierto, la premisa de las veinticuatro personalidades de Kevin: que sean tres, quince o cincuenta no influye para nada en la historia.

Aprovechable pero desaprovechada.