Primera entrega de la saga «Destino final», incursión en el género de terror enfocado a adolescentes pero que no por ello la desmerece en nada. Confirmaré en breve si es la mejor de la franquicia, aunque me atrevo a decir ahora mismo que sí lo es. A ver si luego tengo que desdecirme.

Planteamiento originalísimo que dirige un debutante James Wong. La dirección en este caso es lo de menos, ya que le basta con tener una idea, una buena idea, para que la historia se desarrolle por sí misma: anticiparse a los designios de la Muerte. ¿Es esto posible? ¿En verdad hay un destino para cada uno de nosotros? ¿La vida, Dios, las energías de la naturaleza, nuestra propia psique nos lanza señales para que adivinemos nuestro siniestro porvenir? Es más: ¿qué haríamos, cómo reaccionaríamos, si fuésemos plenamente conscientes de que vamos a morir? No dentro de cincuenta años, sino hoy, aquí, porque así está escrito. Genial.

Y, bueno, hablando de muerte, cómo mueren los personajes es uno de sus puntos fundamentes, aunque yo aclararía que para nada se excede, ni en lo gore, ni en la abundancia de cadáveres, sino que contiene los elementos justos para que avance la historia; a destacar, la primera de las muertes, me parece una auténtica virguería mortífera. El protagonista, Alex, con un Devon Sawa desaparecido del planeta Cine, tiene consistencia y una personalidad que conecta con la trama, lo que es muy de agradecer, ya que desemboca en un argumento inteligente y coherente dentro de una historia con verdadero gancho. No puedo disimular que me encanta.

Haz caso a tus corazonadas. Nunca se sabe, ¿no?