Evidentemente, lo digo por Shirley McLaine, mujer que posee un rostro graciosillo pero ni mucho menos es la belleza que se insisten que es. Si el galán es Clint Eastwood, hay que ponerse exigente. Además, reconozcamos que Sara tiene una suerte que ya quisieran otras. O que ya quisiera yo, pa’ qué irse tan lejos. Que se quite el maquillaje y el vestido rojo y se quede con el humilde hábito negro, que le sienta mejor.

Porque encima se le mejora el carácter. Aquí la gracia está en que las personalidades sean opuestas, pero si una de esas personalidades es fingida y manipulada, el interés mengua, el romance es mentira, la pareja no cuela y el espectador se siente engañado. Claro, que es posible que me precipite al hablar de romance y no se trate más que de sexo y dinero. Puede ser.

La romántica invasión francesa de México es el marco histórico y geográfico para «Dos mulas y una mujer», comedia de aventura con cara de western. Si pasamos por alto que los protagonistas son unos asesinos y que toda la trama gira en torno a un acto terrorista injustificable, pues nos la tomaremos con simpatía y correcta atención.

Viva Maximiliano.