Si hay algo que echo de menos en la animación actual es la creatividad. A ver cómo lo explico. El hiperrealismo que se logra con las tecnologías ha borrado cualquier innovación artística. Porque ya no se busca una forma de representar un objeto o un rostro, una visión particular de lo que nos rodea, diferente a cada dibujante y a cada creador, sino acercarse lo más posible a la realidad, a lo que ven los ojos. Así, un árbol animado por ordenador será siempre el mismo árbol, por ser exacto al árbol verdadero.

No sé si he conseguido explicarme, pero si todavía el mensaje no ha quedado claro, entonces es el momento de ver «La bella durmiente». Lo valioso de esta cinta no es su historia ni tampoco su romance, sino su calidad artística. Desde el punto de vista técnico, es excepcional. Traspira arte en cada trazo. El diseño de personajes, la ambientación, los escenarios, todo es excelente, y me atrevo a decir que estas cotas de calidad en la animación ni siquiera pudieron superarse en los clásicos posteriores de los noventa. Y por supuesto Pixar no se acerca ni de lejos, porque ahora podrán calcar y copiar los pelos de la barba de un señor hasta que no pueda distinguirse si es virtual o real, pero son incapaces de crear estilos, de pintar el mundo.

Con todo, «La bella durmiente» flojea en un guión que omite la parte más preciosa del cuento original, por lo menos a mí es la que siempre me ha fascinado: que la princesa hechizada y todo su reino durmieran durante cien años ocultos tras una espesa muralla de espinos. Pero qué evocador, en serio. Sin embargo, añaden una trama de escondites en el bosque con un protagonismo excesivo a mi parecer de las tres hadas e imponen un enamoramiento previo que es algo meloso y, para qué negarlo, de poco romanticismo. Eso sí, la recta final, a partir de que Aurora vuelva a palacio, es estupenda, con acción, emoción, magia y un ritmo imparable hasta el dulce desenlace. Por cierto, me parece que Aurora es de las princesas más seductoras de Disney: vaya melena rubia y vaya coqueteo en sus gestos.

¡Ah!, quién será ese príncipe.