No podemos engañarnos solos: «Terror in Tokyo está mal. Es duro decir eso de una obra con tan buena presencia, pero es la verdad. Los aspectos técnicos son todos adecuados; la paleta de colores es concienzudamente fría y el diseño de personajes opta por el realismo. Siguiendo otras obras del mismo autor, la banda sonora suena ecléctica, algo que Yoko Kanno sabe hacer como nadie, aunque no es de sus mejores trabajos.

Los protagonistas son dos adolescentes de pasado oscuro que actúan como terroristas pero de los que se sospecha enseguida que son los buenos y las víctimas de algo muy chungo. Por cierto que su vida de instituto desaparece de la noche a la mañana...; ¿para qué leches la pones al principio? ¿No sabías cómo introducir a los personajes secundarios? ¿Querías despistar? Un detalle que demuestra el guion tan flojo de la serie. En fin, que el objetivo de estos jóvenes solo se develará al final, pero por el camino no se crea la empatía necesaria ni el interés creciente sobre su vida y deseos.

En el pasado Watanabe ha logrado plasmar tragedias perfectas, flashbacks que te cortaban la respiración, un misterio en torno al héroe que te partía el alma, pero no en esta ocasión, aunque lo intente. Así, la tragedia de los protagonistas pasa casi desapercibida, se retiene durante demasiado tiempo para soltarlo en el último momento y darte cuenta de que la historia, al fin y al cabo, se lía sin necesidad y no tiene apenas fuerza. ¿En serio es la mejor idea poner bombas? ¿Daban por hecho que iba a haber un policía extraordinario que descubriría el asunto…?

Sin embargo, lo peor de todo creo que son las mujeres. Vaya personajes femeninos. Si digo que son insoportables no estaría lejos de la verdad. Realmente los personajes de este anime son todos muy estereotipados (el serio, el alegre, el detective quemado), pero ellas se encuentran entre los peores arquetipos de la animación.

Odio con todo mi ser el prototipo de la psicópata-sonriente. En cuanto aparece Five me temí lo peor. Ya está, ya la han fastidiado. Efectivamente, así es. El enfrentamiento entre Nine y Twelve contra Five es escuálida, no tiene gancho ninguno por muchos motivos: se descuelga de la acción el duelo policía/terroristas, que es más interesante; desconoces por completo qué relaciones mantenían en el pasado ella y ellos, qué piensan realmente, a qué se debe esa obsesión de Five. La única explicación es que está loca, o quizás enamorada de un modo retorcido. No lo sabemos, no sabemos nada. Muy dura ella, muy implacable, muy sonriente, para luego actuar como una desquiciada con cambios abruptos de parecer y comportamiento, de un minuto al siguiente. Anda, hija, no te metas.

En el otro lado de la balanza, representando a la buena chica japonesa, está Lisa. Otro estereotipo que detesto: la mega-pava. De verdad, es que no puedo con tanta desgana, con tanta abulia en el carácter. Que entiendo el ideal de pasividad, delicadeza, fragilidad y todo lo que tú quieras que se relaciona con lo femenino pero cuando solo es eso, cuando no es más que eso, y cuando un personaje lo único que hace es ir dando lástima por ahí y molestando, porque en verdad Lisa es una molestia y una irresponsable, es cuando te saca de quicio. En teoría este personaje debe de servir para que los protagonistas tomen conciencia de la vida más allá de su afán justiciero, pero no funciona, en absoluto. Tanta amistad, o amor, interés o lo que sea hacia esta chica que no hace nada de nada es incomprensible. No es un personaje inspirador, no es motivador. Es un pegote. ¿Te quieres ir a tu casa, niña?

Una pena, vamos.