Pero solo de la bella blanca y rubia, ¿eh? Que me parece que nunca nos hemos parado a pensar en lo políticamente incorrecto y pillo que es King Kong, ese gran mono (vale, dejémoslo en mono) que es rey en su mundo prehistórico y gobierna sobre humanos y animales. Vamos a hacerle otra visita.

A fin de cuentas, creo que esta «Kong: La isla calavera» no se aleja demasiado de la esencia del clásico que conocemos. Kong siempre ha sido la víctima de los humanos, y en esta readaptación de Jordan Vogt-Roberts también lo es. Incluso quién puede negar que no vuelve a enamorarse de la sensible humana que lo mira a los ojos con respeto y solidaridad. La bella le puede a la bestia y la sigue defendiendo hasta su último aliento. El mérito a mi parecer de la nueva Kong es ese marco bélico en el que se inserta la historia. Me parece tremendamente original y de muchas posibilidades la idea de trasladar la gran y traumática guerra de Vietnam a una isla inexplorada y desconocida donde los soldados encontrarán la misma resistencia e idéntica crítica de fondo a la invasión de uno u otro territorio. A este respecto, el personaje de Samuel L. Jackson, el más loco pero el más interesante, pretende ganar frente a King Kong la guerra que no ganó en el mundo civilizado.

Esta idea personalmente me ha encantado, aunque luego la película se aleje bastante de lo que podría esperarse de este planteamiento que bebe de forma directa, es una evidencia, de «Apocalypse Now»: helicópteros, música, río, embarcación, muerte, militares jóvenes, años setenta. Creo que «La isla calavera» pedía seriedad y no ese humor negro que se gasta ni ese regodeo pulp entre monstruos asquerosos que te regurgitan cabezas humanas en primer plano y te chorrean vísceras arácnidas en el rostro. Supongo que la intención era esa, tontear a toda costa, romper con la épica y no sudar mucho. Mala decisión.

Consciente de sus posibilidades, abusa en exceso de un Kong virtual. Quizás el espectador no esté tan interesado en ver cómo este rey mono bebe, camina, se pelea con todo los bichos que existen, salva a otros, contempla la aurora boreal y se deja acariciar por su amada; yo al menos no lo estoy. Tampoco me ha convencido eso de separar el grupo en dos (o en tres, según se mire) y crear tramas paralelas dentro de la isla para luego tener que reunirlos, ya que le resta continuidad y ritmo; mejor que los pocos supervivientes después del primer ataque iniciaran el viaje juntos y ya está. De hecho, por todo lo que he dicho, el Conrad de Tom Hiddleston, un hombre con una planta británica que te mueres, está muy desaprovechado en la historia, que por algún motivo produce poca tensión y poca adrenalina.

Las formas y las ideas son destacables, pero el resto flojea. Aun así, puede verse y no te lo pasarás muy mal.