«Angel Heart» es la clásica película que puedes ver las veces que quieras sin que pierda identidad ni fuerza. De hecho, sólo al final nos damos cuenta de lo que no vimos antes, comprendemos lo que no comprendimos y se nos aparece completo y desentrañado este rompecabezas que nos desordena Alan Parker. Es lo que tiene el buen cine, que no pierde sino que gana.

Descenso a lo noir y lo fantástico, a un ambiente tétrico y diabólico, ensoñación vívida plagada de visones, de infiernos particulares y sobrenaturales, de recuerdos y diálogos desconcertantes en apariencia pero todos significativos, evocadores de algo que va más allá y que envuelve la historia, presencia intangible y al mismo tiempo física. Una Nueva York años cincuenta con poco glamour pero igualmente bella y la eterna Nueva Orleans cálida y erótica son los escenarios ideales para este thriller sobre el «estercolero del mal» adaptado de la novela de William Hjorstberg. Quizá sobraría algún golpe de efecto a esas alturas innecesario, como los ojos amarillos, o requeriría explicar con mayor detalle alguna que otra peripecia, pero por lo demás, «Angel Heart» resulta todo un descubrimiento.

Mickey Rourke está, de nuevo, soberbio. Qué pena que este actorazo siguiera otros rumbos, no entiendo qué pudo ocurrir, si es el actor perfecto: amoldable y genuino, dominio escénico absoluto, naturalidad desbordante, carismático a rabiar, creativo, profundo. Harry Angel, detective privado sin ambiciones, recibirá el encargo de un Robert De Niro devorador de huevos de encontrar a un hombre, Johnny Favorite, cantante y ex soldado sin rostro ni memoria. A partir de aquí, una investigación que le llevará de personaje en personaje a cual más sospechoso y a un desenlace imprevisible. Los títulos de créditos son un sugerente e impactante epílogo que no debes perderte.

Puede que la ames o la odies, pero seguro que te perturbará. «Suerte».