¡Ay!, mi querido Dumbo, qué tiempos aquellos en los que los días de lluvia eran la excusa perfecta para no salir al patio del colegio y quedarnos en clase viendo esta película. Una película que en mi infancia adoraba. Me encantaba. Volver atrás es a veces un puñetazo de nostalgia que puede tumbarte.

Sin embargo, me he mantenido en pie, porque podemos ser sentimentales y algo niños, pero no cegarnos sin necesidad. «Dumbo» es preciosa desde el punto de vista técnico, con unos colores vivos y un elefantito que es pa comérselo, y además tiene uno de los momentos más logrados en Disney: cuando la madre de Dumbo lo acuna desde la celda. Bueno, esto es para llorar y no parar, y yo he vuelto a llorar como lloraba entonces.

El problema es que «Dumbo» no aporta mucho más, es tan simple y corta que no funciona como película sino casi como tarjeta musical, muy tierna pero también muy plana, sin argumento, y para que algo así no resienta una obra tienen que trabajarse otros aspectos tanto de forma como de fondo. Eso sí, puede servirnos como denuncia de la discriminación hacia lo diferente, que aunque muy exagerado está ahí para los más pequeños.

Bonita.