Vale, sí, lo admito. Lo diré sólo una vez, sólo una, y en voz muy baja: me gusta «El Rey Escorpión». Ya está, ya está, lo he soltado...

Bueno, para salvar mi honor debería especificar que lo que me gusta de esta película hecha a medida del inexpresivo «The Rock» es su antagónico: el fabuloso Rey Memnon. Un aplauso para Steven Brand, por favor, actor escocés que interpreta a uno de los villanos que más me han marcado en mi historia cinematográfica, ya que sigo sin comprender porqué el héroe no puede ser como Memnon, pero en bueno. Seamos serios y sinceros: ¿a quién narices le cae bien el protagonista? Yo le odio. Sí, le odio. Mathayus es un insufrible asesino a sueldo, de cero encanto y carisma; una mole de horribles músculos que va de sobrao’, de chulo, de libertario de pacotilla que tiene la desfachatez de hacerse la víctima por sus desgracias cuando se las ha buscado él solito. Del final no digo nada, pero es justo el que se puede esperar de una historia como esta, con Mathayus y compañía perpetrando la desvergüenza más absoluta al quedarse, en una especie de quítate tú para ponerme yo, con todo un imperio previamente forjado (eso que tanto critican) por el más grande, por el verdadero y único rey de esta película: Memnon.

Claro, que es el malo de la historia, así que tienen que decir de él que es un tirano porque conquista tierras y ponerle algún que otro asesinato gratuito para que se vea bien que no tiene escrúpulos. Pero no señor. Memnon es un rey que llega a serlo por la excelencia que supone ser el mejor guerrero de su pueblo; un hombre templado y apasionado a un tiempo; un hombre enamorado; un hombre que quiere ni más ni menos que «orden» en medio de la anarquía imperante. Vamos, un hombre, en definitiva, que tiene más clase y más virtudes que todos los personajes juntos de «El Rey Escorpión». Yo por Memnon soy capaz de ver esta película las veces que hagan falta. No me canso. Mi único consuelo es que, a fin de cuentas, el Rey Escorpión, si hacemos caso a «La momia», se convierte en un malvado... Bien.

Respecto a todo lo demás, pues batallitas no del todo malas y no demasiado humor, pero sí algo de magia, aunque eso de el escorpión no sirve absolutamente para nada. Momentos ridículos, una chica guapa, amiguete que se auto humilla acompañando al prota y noventa minutos de entretenimiento superfluo. Y Memnon, claro. Siempre Memnon, quien merece todas mis estrellas.