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España España · Málaga
Voto de Kaori:
10
Drama. Romance. Aventuras Georgia, 1861. En la elegante mansión sureña de Tara, vive Scarlett O'Hara (Vivien Leigh), la joven más bella, caprichosa y egoísta de la región. Ella suspira por el amor de Ashley (Leslie Howard), pero él está prometido con su prima, la dulce y bondadosa Melanie (Olivia de Havilland). En la última fiesta antes del estallido de la Guerra de Secesión (1861-1865), Scarlett conoce al cínico y apuesto Rhett Butler (Clark Gable), un vividor ... [+]
31 de mayo de 2014
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que aún no somos conscientes del valor que posee «Lo que el viento se llevó». Esta película es de 1939. A mi me parece imposible. Su molde apareció y desapareció. Un milagro. Obra fuera del tiempo y del espacio. No exagero, no. Este trabajo no tiene, en realidad, fecha, caducidad, ni pasado ni futuro. Es eterna.

La épica de la derrota, del ser humano y de sus pasiones se ve retratada aquí a través de la vida de una jovencita sureña que vive en el reino del idílico Sur norteamericano. Comentan que las actrices de la época se mataron por el papel de Escarlata O’Hara, y tenían motivos para ello. Quizá previeron que el personaje era un caramelo de sabor fuerte y delicioso que les daría la oportunidad de brillar en los cines de todo el mundo. Escribe Margaret Mitchell en la primera línea de su libro que Escarlata no es una mujer hermosa, pero viendo a esta Escarlata de ojos verdes y cejas altivas, rostro afilado y sonrisa de niña caprichosa, lo ponemos en duda. Leigh está bellísima, y además dueña absoluta y sin contestaciones de un personaje tan complejo y difícil como Escarlata, que se basa en emociones sutiles e intensas, en sueños dentro de la niebla, en miedo y arrojo. Odiarla o amarla es lo mismo. Porque la odiamos y la amamos admirándola y volviéndonos cómplices de su existencia. Por mucho que se la critique, esta mujer de una pieza, inteligente y de una fuerza que protege y sostiene, hace justo lo que tiene que hacer por ella y los suyos, por sobrevivir a la miseria y la guerra. Bravo por ti, Escarlata.

El cuadro de personajes es uno de los muchos aciertos de la película, y no sólo por Escarlata. La Melanie Hamilton de Olivia de Havilland, con una cara de buena que enternece de por sí, conforma una mujer con otra clase de fortaleza y un conocimiento del ser humano que se revelará a lo largo de toda la película como el más atinado y sensible. Clark Gable es él. El galán por antonomasia. El caballero que no quiere serlo pero lo es, sudista o norteño, él lo abarca todo, está por encima de causas, perfiles y épocas, porque sus valores son atemporales. Rhett Butler será desencadenante de algunas de las grandes escenas de la película y el coprotagonista de unas las tramas románticas más impresionantes del Cine. La primera declaración de amor en colores rosas y rojos, ese beso medio robado, medio entregado; el momento puerta y vaso de coñac, o ese ataque llevándola por las escaleras; y vaya escaleras, parecen surrealistas. Sencillamente maravilloso, mítico.

La guerra como viento huracanado que revolverá las conciencias, hará resurgir lo peor y lo mejor del ser humano y transformará la sociedad en una corriente de aires nuevos donde algunos se adaptan, otros mueres y algunos quedan anclados al pasado glorioso; entre estos últimos, un Ashley Wilkes del que siempre nos ha parecido imposible que ilusione así a la extraordinaria Escarlata. Guión que no pierde dinamismo, historia que te hace reír y llorar; intimista y grandiosa a la vez, diálogos para el recuerdo y Steiner poniéndole sonido a la nostalgia.

Un lenguaje cinematográfico poderoso, innovador, diferente a todo lo que se había visto, se estaba viendo y se vería durante años; un paso de gigante en la concepción del Séptimo Arte y uno de sus referentes indiscutibles por el tema, el tono, la forma y el fondo; icono imprescindible de la memoria occidental, clásico por derecho propio a setenta y cinco años de su estreno. Dentro de veinticinco tendrá un siglo. Cien años que no pasan por ella. No pasarán nunca porque, insisto, se hizo para la eternidad.

«Lo que el viento se llevó» es el Cine mismo.
Kaori
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