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España España · Málaga
Voto de Kaori:
4
Drama Nina (Natalie Portman), una brillante bailarina que forma parte de una compañía de ballet de Nueva York, vive completamente absorbida por la danza. La presión de su controladora madre (Barbara Hershey), la rivalidad con su compañera Lily (Mila Kunis) y las exigencias del severo director (Vincent Cassel) se irán incrementando a medida que se acerca el día del estreno. Esta tensión provoca en Nina un agotamiento nervioso y una confusión ... [+]
1 de febrero de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Arte está lleno de grandes genios y grandes locos, y Aronofsky nos detalla en su «Cisne negro» precisamente esto: la locura como medio para alcanzar la verdadera grandeza, y no la degradación de un artista en busca del perfeccionamiento o la ambigüedad moral de nuestra naturaleza, como quieren aparentar. Nada de eso.

Así, la demencia de la protagonista, Nina, lleva incubándose tiempo y tiene una vía de escape en la danza y en su papel de Cisne Negro/ Cisne Blanco, pero no es el Arte quien la enloquece, punto clave y a mi entender erróneo en el planteamiento de la historia, ya que hubiera sido más impactante y demoledor que la locura tuviera sus raíces en la obsesión artística. Sin embargo, de este otro modo, dada su fragilidad mental, el detonante para su esquizofrenia desatada podría haber sido cualquier otra cosa, como la muerte de su madre o la traición de un amante, con lo cual el Arte no es, a fin de cuentas, tan trascendente como cabría esperarse. Además, la abundancia de elementos, bien dramáticos, bien psicológicos, le restan consistencia y claridad a la trama. Entiéndase por esto la presencia de Lily y el desdoblamiento de Nina, figuras ambas que creo que se entorpecen mutuamente; con una o con otra, hubiera quedado claro esa otra cara que Nina quiere sacar a relucir, o lo que fuese que quería dejar claro el director.

Su estética pálida que tira a lo underground personalmente me deja fría y la farsa de docu-drama que se va desarrollando a coletazos en realidad no debería escandalizar a nadie. Las escenas de sexo son descaradas, lo que no es ni bueno ni malo en sí mismo, aunque a mi, la verdad, que la Portman se masturbe y practique sexo oral me es indiferente, sobre todo cuando se hace sin ninguna lírica. Lo malo es que quieran convencernos de que esos comportamientos son manifestaciones del «cisne negro» que lleva dentro y, por lo tanto, necesarios, cuando sólo son un síntoma de la obsesión patológica de Aronofsky por el sexo. Porque si el director ve que su bailarina es demasiado tímida, lo normal es que le pregunte si ha echado (y perdón por la expresión) un buen polvo últimamente; de no ser así, le insistirá y le meterá mano todo lo que pueda para que se libere y así baile mejor. Pero, ¿estamos hablando en serio?

A la larga, se demuestra que esos tocamientos, esos instintos lésbicos, esos deseos reprimidos, esa alucinógena promiscuidad y ese foco constante en la sexualidad de Nina no sirven absolutamente para nada, y sí para que la gente diga «que peli más fuerte» con cara medio de asombro, medio de excitación. De hecho, recordemos que Nina consigue bailar sólo una vez como Cisne Negro, y es sólo cuando se ve con las manos manchadas de sangre tras cometer uno de los actos más perversos que puede cometer un ser humano. ¿Casualidades? No creo.

Como idea a subrayar, la fusión de Arte y Vida que lleva a cabo la protagonista, con una recta final sobre el escenario y entre tutús bastante buena. El Cisne Negro de Natalie Portman realmente impresiona, y su interpretación en general está bien, pero no brilla. Lo mejor, lo absolutamente perfecto, lo sublime, es la composición de Tchaikovsky de «El lago de los cisnes». Él sí alcanzó la perfección y, que sepamos, no estaba loco.
Kaori
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