En serio que esta película ha superado todas mis expectativas. Siendo Kurosawa, suponía que sería mala, pero es más que mala, es malísima, es horrrorosa.

Sé que ahora mismo me estás odiando y lo acepto, así que adelante, no pasa nada: la película va a seguir siendo igual de mala hagas lo que hagas, por mucho que la crítica oficial la ponga por las nubes y tenga más de un siete en la web. «Los sueños de Akira Kurosawa» es mala de solemnidad, mala hasta el punto de merecer un estudio detallado de la causa de su maldad, si puedo usar esta palabra sin el significado moral del término.

Su puntuación sería de uno, de menos cero de hecho, pero mi inclinación hacia la cultura japonesa hace que me guste ver en pantalla iconos como los melocotones, el kitsune (zorro) o lo que parecer ser en realidad un oni pero traducen aquí como «monstruo». Claro, que con esos elementos Kurosawa no hace nada potente ni hermoso, ni interesante, ni al menos entretenido. En cualquier anime con cierta categoría, se muestra un Japón más auténtico y mágico que a través de estas historias pastelosas, imberbes y soporíferas, casi todas fuertemente ideologizadas, y de ahí supongo los aplausos.

Es que quién se va a resistir a mensajes tan complejos, inteligentes y bien estructurados como el «qué mala es la guerra y qué mala la gente que arranca melocotoneros». Bueno, obra maestra. No hace falta más. No importa que la película no tenga ritmo ni guion, ni dirección, ni emoción, y parezca de estudiante universitario que rueda un corto para pasar la tarde. Da igual. Obra maestra porque además la firma Kurosawa.

Una pesadilla de película, te lo digo con mi humilde corazón en la mano.