Brian De Palma traslada al Cine la novela de Stephen King con muchísimo acierto. Y lo digo no porque adapte mejor o peor el libro original, que lo desconozco, sino porque con su «Carrie» cinematográfica consigue intriga y terror con una soltura envidiable.

Trabajo espléndido detrás de la cámara y una recta final imborrable. Esa Carrie ensangrentada es lo de más espantoso que he visto en mi vida. Su delgadez, su expresión en el rostro, su suciedad y esos movimientos anti humanos, como mecánicos, ponen los pelos de punta. Sí, sí, me ha dado no sé qué verla. Y como esto, la madre de Carrie en las últimas secuencias. Atención a cada plano, que el miedo se esconde en cualquier parte, en cualquier forma, y De Palma construye una atmósfera de realidad fantasmal que te deja plantado en el asiento hasta el último minuto. Muy bien.

No hay nada peor en esta vida que la crueldad, y «Carrie» es un buen ejemplo de crueldad en unos adolescentes que no han aprendido nada de empatía, de ética, de sentido común, incluso. Así que me hace pensar en las barbaridades que hace la gente, por el simple placer del dolor ajeno. Incomprensible. Otro elemento interesante es, cómo no, la polémica madre de Carrie, con una visión mal entendida de Dios y de la fe, así como de la sexualidad. A este respecto, esconde una historia amorosa que no es nada inocente, sobre todo porque tiene una forma de contarla que transmite vicio, mucho vicio. Me ha encantado ese momento de «olor a whisky», lo admito.

Bueno, en realidad toda la película es tremendamente viciosa, algo que es muy De Palma. Retorcida, cruel, violenta, sensual y con su dosis de miedo, «Carrie» es ya con justicia un clásico del terror.

A ver quién vuelve a ir a una fiesta.