Pero que película más asquerosa, en serio. Su visionado produce una sensación de desagrado tal, que por momentos una tiene el impulso de quitarla y dejar de ver la aberración, la monstruosidad que supone «La piel que habito».

Quizá sea esa una de sus intenciones, y quizá radique en ello su prestigio: que es repugnante por el cómo y por el qué, sobre todo por el qué. No es de Almodóvar la culpa, seguro que no, sino de Thierry Jonquet y su relato «Tarántula», libro que no pienso leer ni aunque me paguen o me peguen, ni siquiera, a unas malas, aunque me secuestre un cirujano loco y psicópata que me infringe una de las venganzas más atroces que puedo recordar en estos momentos. No diré más, no diré más.

Si hablamos de Pedro Almodóvar es imposible esperar una historia «normal», y en «La piel que habito» la historia es «extra anormal», si se me permite la expresión, con abundancia de sexo bruto y crueldades varias. Un guión mal planteado que empieza con una primera parte que resultará ser completamente anecdótica y una segunda donde se revelará el auténtico núcleo de la historia, que sorprender no es que sorprenda mucho porque se sospecha enseguida, así que el mal cuerpo lo tienes durante buena parte de película y la intriga es escasa. Si hay que sufrir en el Cine, se sufre, pero sufrir porque sí, por el simple deseo de lo cruel y el espectáculo morboso, pues no. Dicen que el sentido de la historia es buscar la esencia de nosotros mismos, lo cual está muy bien, pero ¿qué reflexiones serias hace al respecto «La piel que habito»? Lo único que creo entender es que somos lo que somos independientemente de nuestras circunstancias, lo cual es discutible y mucho más complejo de lo que puede pensarse, y más si tenemos en cuenta estas circunstancias que nos detallan.

Aceptable dirección de Almodóvar, siempre con cierto gusto por lo horteramente artificial en las secuencias, eso es marca de la casa. La música de Alberto Iglesias, lo siento mucho, me suena siempre igual. Antonio Banderas está estupendo a mi parecer, y junto al malagueño saleroso, el catalán Jan Cornet, por el personaje y por lo que supone. Yo a Elena Anaya y, especialmente, a la bella Blanca Suárez les aconsejaría contra todo sentido práctico que dejasen de enseñar anatomía gratuita «por exigencias de guión» y que cuando Almodóvar les llamase por teléfono ni le contestaran. Un poco de dignidad, muchachas.

Los muy amantes de Almodóvar se sentirán fascinados. El resto tendrá otro motivo para criticarle sin reservas, entre los que me incluyo, aunque seguiré intentando encontrarle el talento a este hombre..., por mi que no quede.