Los seguidores de Carl Jung afirman que cuanto más se reprima y se desconozca el material inconsciente de nuestra sombra, más explosiva y violenta será su salida en una catársis.
Esto es lo veo en esta película, la recreación de la lucha entre quienes creemos ser (o nuestras tiránicas expectativas sobre nosotros mismos) y quienes somos realmente. Aunque la acción se sitúa en el mundo de la danza, es extrapolable a cualquier situación cotidiana. La catársis de Nina es brutal, a veces necesitamos llegar a extremos impensables para ver de que estamos hechos realmente. Es terreno para valientes y/o desesperados. No se admiten medias tintas y o te aceptas en todas tus facetas, o te hundes para siempre en la neurosis.

La estética de la película me resulta desasosegante. Fría, aséptica, clínica, vacía, esos espacios sin gente, sin sentido ni explicación. El único calor humano proviene del público y apenas lo ves, sólo lo oyes. La aceptación, la aprobación que todos buscamos y que nos hace sentirnos validados. Esa necesidad de ser querido que para algunos nunca se sacia por sus propias carencias y que lleva a los perfeccionistas patológicos al borde de la locura una y otra vez. Escalofriante.

El ballet me emociona hasta las lágrimas y en cambio en esta película no lo consigue, me agobia. No disfruté la película (en el sentido de salir "bien" de ella) pero me gustó muchísimo. Natalie Portman está impresionante y muestra su lado oscuro de manera perfecta sin que su personaje sea consciente de ello (cada vez que aparece en escena Mila Kunis, no hay más que verle la expresión de la cara). Luces y sombras. Real como la vida misma.