Si quieres ver Roma y se te ocurre leer las críticas ten en cuenta una cosa: esta película es una obra de arte, es perfecta en su género y en cómo lo cuenta; pero algún cinéfilo loco y malherido se ha colado en Netflix para meterla a fuego en toda su mercadotecnia. Se hizo incluso una personalización de la pantalla de inicio de la plataforma (donde eliges usuario) tal como se hizo en Halloween. Y esto choca cual iceberg contra Titanic con un largometraje que siempre sería mejor acogido en Filmin o abanderado en Babel, Renoir o Verdi.
Tiene un magnetismo especial, que me afectó al verla como la primera vez que vi Fargo. Al principio pensaba ''qué estoy viendo'' y al poco me daba cuenta que no quería dejar de verlo. Es una forma de narrar que deja los prejuicios a un lado, para quien los tenga, y te cuenta una realidad de forma honesta, certera, concisa, y sobre todo muy bella.
Una película que da para hablar de ella, de cada uno de sus personajes, de sus vivencias. Una película muy abierta que se deja ver con la mirada de un niño. Mi hija se sentó un rato a mi lado (alguna ventaja tenía que tener que no la pasaran por el cine) y me preguntó por qué se veía sin color. Le expliqué y se quedó unos quince minutos más, absorta, hasta que volvió a hablar: ''¿Y antes cocinaban los huevos así?''. Una de las grandezas de esta cinta es la delicadeza y precisión con las que cuenta un tiempo y una familia.