Haz click aquí para copiar la URL
España España · Honor al Sabadell!
Voto de Grandine:
5
Aventuras. Acción En esta tercera entrega, el padre del protagonista (Harrison Ford), Henry Jones, también arqueólogo (Sean Connery), es secuestrado cuando buscaba el Santo Grial. Indiana tendrá que ir a rescatarlo y, de paso, intentar hacerse con la preciada reliquia, que también ambicionan los nazis. (FILMAFFINITY)
29 de mayo de 2008
20 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque sino, no se explica como le dejaron firmar el guión a Meyjes, guiones que antaño corrieron a cargo de Kasdan y que ahora se dejaban en manos de un primerizo para culminar aquella aventura que antaño fue entrañable y nostálgica.

Sin embargo, desde buen principio ya se intuía que nada iba a ir bien: Subtramas divididas, personajes recorriendo la pantalla de un lado a otro sin demasiada motivación, secuencias que se sucedían sin aquel encanto, sin aquella elegancia y que daban como resultado algunos de los momentos más chapuceros de la saga (la persecución del tanque, donde desaparecen los coches que hacían de escolta, es tremendamente ridícula, por ejemplo) y, en especial, una pareja poco o nada inspirada que, en su mayor parte, no atinó. No había química, no había garra, no había punch, lo que precisamente si había dado Ford con otras dos féminas, no se lograba con un actor del tamaño de Sean Connery, que pululaba por la pantalla sin saber muy bien porque. Increíble, inconcebible.

Así fue como Spielberg decidió recoger los retazos de mi infancia y lanzarlos por la borda: Era una tarde cruel, hiriente, ni podía imaginar yo que lo que había comenzado como una épica revisión de uno de los héroes de mi infancia terminaría como un desangelado corta y pega de momentos sin fuste, sin pasión alguna, pero con mucha descafeinada filigrana entre demasiado tedio que no lograba aportar nada a aquel conjunto de imágenes que se sucedían sin más, sin tensión, sin fuerza, sin un ápice de energía.

Puede que, al fin y al cabo, la culpa haya sido mía, por haber crecido y haber querido observar lo mismo que me maravillaba (o no, ahora tampoco estoy muy seguro de ello, no en vano de esta Última cruzada era de la que menos recuerdos tenía) años después. Pero tampoco creo que sea eso, los ojos de un niño pueden ser engañados con ilusión, los de un adulto, no dudo que también, y aquí no la hay por ningún lado. Ni ilusión, ni ganas, ni diversión, sólo un conjunto de momentos que aspiran a la risueña postura de un espectador que contemplará ensimismado el espectáculo sin saber muy bien porque, pero que jamás recobrará aquella ilusión y aquella nostalgia de antaño. No seré yo, al menos, por más que duela.
Grandine
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow