La gran diferencia que tiene con la primera parte es el montaje. En la primera Coppola nos muestra la historia de una familia italo-americana, y en esta segunda parte se arriesga al contarnos el antes y el después de esa historia. La forma en que va entrelazando las dos historias, la del joven Vito Corleone (Robert De Niro) y la de su hijo, Michael Corleone (Al Pacino), me parece acertada y magistral a la vez. En ningun momento la una estorba a la otra. Simplemente magistral. En ciertos momentos hasta parecen interconectadas.

En esta entrega vemos a un Michael Corleone con más experiencia y que mantiene, por supuesto, esa concepción irrompible de familia; pero en cierta forma tomando su significado al pie de la letra. Es el principio de la caída de Michael Corleone.

Casi todos pensábamos que Coppola fracasaría creando esta secuela y, sin embargo, nos sorprendió creando una secuela que llega al nivel de su predecesora. Simplemente magnífico.