La caza constituyó el tercer largometraje en la incipiente carrera del realizador aragonés Carlos Saura y le supuso el reconocimiento internacional con la concesión del Oso de Plata a la mejor dirección en la Berlinale de 1966. El film debía llamarse originalmente "la caza del conejo", pero la censura franquista no dejó de ver en este título alusiones de tipo sexual. Parece ser que los censores se quedaron con detalles superficiales como el título y no supieron profundizar en el mensaje de Saura, y como el cineasta analiza la decadencia de la clase alta ejemplificada en un grupo de franquistas acérrimos que en un día de retiro y relax sacan a relucir sus odios, frustraciones y rencores. Podríamos establecer un paralelismo entre "la caza" de Saura y "El ángel exterminador" de Luis Buñuel, en la medida en que ambos encierran en un espacio acotado a individuos de clases sociales adineradas y burguesas para mostrar progresivamente su comportamiento hacia las clases inferiores, su violencia destructiva y su trágico devenir.

La acción se desarrolla entre un pueblo rural y el coto de caza privado de uno de los protagonistas, situado en donde una vez tuvo lugar una batalla de la guerra civil española. Saura se vale de un territorio árido y de unas condiciones climatológicas duras para crear una atmósfera opresiva y agobiante y deslizarse hábilmente por la psique de unos personajes atormentados, vanidosos e inocentes. Una música excelente de Luis de Pablo sirve de acompañamiento perfecto a las frenéticas escenas de la cacería, alternándose con éxitos de la música popular de los sesenta; un contraste inteligente a la par que elegante.

En definitiva, la caza es una película sobresaliente en la que Saura se sirve del emplazamiento de la acción y juega alternando entre planos cortos y largos para ir desvelando poco a poco un puzzle de complejas relaciones humanas y de odio canalizado en esos pequeños e inocentes animales.

"Por eso dicen que la caza más justa es la caza del hombre"