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Voto de Anibal Ricci:
10
Drama América, años 40. Don Vito Corleone (Marlon Brando) es el respetado y temido jefe de una de las cinco familias de la mafia de Nueva York. Tiene cuatro hijos: Connie (Talia Shire), el impulsivo Sonny (James Caan), el pusilánime Fredo (John Cazale) y Michael (Al Pacino), que no quiere saber nada de los negocios de su padre. Cuando Corleone, en contra de los consejos de 'Il consigliere' Tom Hagen (Robert Duvall), se niega a participar en ... [+]
4 de julio de 2016
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra mayor del séptimo arte. Hilos manejados por un patriarca de origen siciliano. La familia como sustento del poderío que Vito Corleone forja fuera de su país natal, tendiendo tentáculos sobre el nuevo mundo mediante prácticas que infunden miedo y respeto en la comunidad que lo acoge. Los acontecimientos violentos no dan tregua en esta primera parte de la saga, acaso la mejor, intercalando escenas familiares, muy luminosas, con otras oscuras y nocturnas. Sorprende la fotografía de Gordon Willis (los planos de época de Nueva York son magníficos) y si a ello sumamos una inspirada partitura de Nino Rota, marcando la atmósfera y los tiempos de escenas perfectas dibujadas por el guion del propio Coppola. La película está compuesta en base a símbolos poderosos. La vida pública de la familia es la fachada perfecta para encubrir el negocio de los casinos y las apuestas. Requiere de policías y políticos corruptos para mantener este quehacer al margen de la ley y también una red de matones protegiendo sus espaldas, lo que representa el ámbito privado de la familia, que tiene lugar en sitios claustrofóbicos o al amparo de la oscuridad. Cada rito de paso (bautizo, matrimonio o funeral) representa el momento en que lo luminoso y lo oscuro (el amor y la violencia) se yuxtaponen en verdaderas procesiones de muerte, donde cada muerte es detonante de otras muertes que se suceden a un ritmo orgiástico. Todo lo religioso está teñido de sangre, o bien, la muerte se manifiesta tras cada acto religioso, hipocresía con que el núcleo de la familia encubre sus actos delictuales y que Don Corleone nos devela desde la primera escena. Otro símbolo es el lenguaje sin palabras de las puertas, límite entre lo oculto y lo público. Cada puerta que se cierra implica que alguien ha quedado fuera del círculo íntimo de la familia, más bien de su círculo de poder, limitando al ámbito hogareño el accionar de las mujeres y niños. Yendo más lejos, esta familia cuida de los suyos como lo haría cualquier familia para preservar su legado, pero esa protección, en el caso de los Corleone, conlleva un lenguaje de violencia que no tolera la traición, dentro ni fuera de la familia, con el fin último de salvaguardar sus intereses. Para perpetuar el legado, siempre será necesario un hombre fuerte que acepte hacerse cargo de los destinos de la familia. El director orquesta con pulcritud este nuevo rito (acaso ciclo vital): el traspaso generacional del mandato para que la familia continúe manejando los hilos.
Anibal Ricci
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