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Voto de Ferdydurke:
8
7.6
3,445
Drama
Francia, años 50. Laurent Chevalier es un chico de catorce años que comienza a descubrir la vida. Su padre lo ignora, su madre lo venera y sus hermanos combinan gestos de cariño con el abuso propio de los mayores. En poco tiempo, Laurent pasa de ser virgen a tener una experiencia frustrada con una prostituta y a sufrir los intentos de seducción de un cura. Cuando se le detecta un soplo al corazón, Laurent, acompañado de su madre, irá a ... [+]
29 de junio de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Catorce años, dos hermanos mayores, un padre ginecólogo y una madre italiana casquivana y deliciosa.
Estamos en la Francia del cincuenta y cuatro, la de la posguerra, la de la pérdida de las colonias, Indochina como debacle, y los Tours de Louison Bobet (por ahí andaba también el gran Bahamontes).
El asunto es trillado, harto conocido y muy contado, el despertar a la vida de un zangolotino, francés y burgués, leído, musicado, culto, sensible y pistonudo.
Y Malle lo cuenta a ritmo de jazz, contagiado por ese son abrupto e inspirado, libre, juguetón, frenético, sin reglas aparentes, dejándose llevar, improvisando, gozando. Escenas atropelladas como si fueran sketches, cerradas muchas veces de forma imprevista y cortante, situaciones chuscas, emociones a flor de piel, erotismo muy presente y la vida como erupción, como dolor feliz, como fugaz delirio.
Es la historia, quizás esencialmente, de un amor, el de una madre poco convencional hacia un hijo que la idolatra, adora y desea.
Se cuentan muchas cosas, pero como al desgaire, con una naturalidad fabulosa, de apariencia brutal, pero de fondo hermoso, lírico, desgarrado. No hay juicios morales, se observa, se relame en la mirada Malle, cuenta como si estuviese pasando todo en ese preciso instante.
Es una película plena, bulliciosa y efervescente; un pequeño milagro crispado que parece contar lo de siempre para acabar descubriendo una verdad sencilla, de aspecto escandaloso y de hondo decir.
Estamos en la Francia del cincuenta y cuatro, la de la posguerra, la de la pérdida de las colonias, Indochina como debacle, y los Tours de Louison Bobet (por ahí andaba también el gran Bahamontes).
El asunto es trillado, harto conocido y muy contado, el despertar a la vida de un zangolotino, francés y burgués, leído, musicado, culto, sensible y pistonudo.
Y Malle lo cuenta a ritmo de jazz, contagiado por ese son abrupto e inspirado, libre, juguetón, frenético, sin reglas aparentes, dejándose llevar, improvisando, gozando. Escenas atropelladas como si fueran sketches, cerradas muchas veces de forma imprevista y cortante, situaciones chuscas, emociones a flor de piel, erotismo muy presente y la vida como erupción, como dolor feliz, como fugaz delirio.
Es la historia, quizás esencialmente, de un amor, el de una madre poco convencional hacia un hijo que la idolatra, adora y desea.
Se cuentan muchas cosas, pero como al desgaire, con una naturalidad fabulosa, de apariencia brutal, pero de fondo hermoso, lírico, desgarrado. No hay juicios morales, se observa, se relame en la mirada Malle, cuenta como si estuviese pasando todo en ese preciso instante.
Es una película plena, bulliciosa y efervescente; un pequeño milagro crispado que parece contar lo de siempre para acabar descubriendo una verdad sencilla, de aspecto escandaloso y de hondo decir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Uno de los mayores tabúes de la civilización occidental tratado, explicado, desarrollado y narrado con la exacta precisión y la feliz capacidad de un artista talentoso, valiente, rico y poderoso que sabe manejarse con alma de funambulista en ese fino equilibrio, tan peligroso, que se da entre la sordidez de fondo, la delicadeza de la mirada y el peso de los hechos, sin exagerar ni ser morboso, sin caer en idealismos amañados o sentimentalismos decorativos, simplemente mostrando con ferocidad, fragilidad y tristeza eufórica.
El final es muy brillante y certero. La risa como estallido, desesperación y comunión. Una familia feliz, más o menos, como todas, qué duda cabe...
El chico pasó la frontera, se acabó la fiesta, murió la edad de la inocencia. A vivir...
Soberbia Lea, la escena de la iniciación, la de la culminación tras pasar la noche con la madre, todos los libros, la criada, la ducha, la rubia "lesbiana", el "fascista" adolescente...
Historia partida en dos mitades. En la primera, el colegio, los hermanos cafres, el cura pedófilo y la reclusión por el corazón. En la segunda, el balneario y la madurez y el amor y la turbación y la transgresión.
El final es muy brillante y certero. La risa como estallido, desesperación y comunión. Una familia feliz, más o menos, como todas, qué duda cabe...
El chico pasó la frontera, se acabó la fiesta, murió la edad de la inocencia. A vivir...
Soberbia Lea, la escena de la iniciación, la de la culminación tras pasar la noche con la madre, todos los libros, la criada, la ducha, la rubia "lesbiana", el "fascista" adolescente...
Historia partida en dos mitades. En la primera, el colegio, los hermanos cafres, el cura pedófilo y la reclusión por el corazón. En la segunda, el balneario y la madurez y el amor y la turbación y la transgresión.