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Voto de Ferdydurke:
4
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5.5
1,249
Drama
Bernardo y su hermana Eloisa viven un destartalado chalet, resto de su antigua y pasada prosperidad. Están esperando a que muera su anciana y enferma tía Lina para heredar su cuantiosa fortuna y mientras tanto llevan una existencia morbosa, entregados a sus obsesiones y manías. (FILMAFFINITY)
11 de enero de 2018
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos seres incapaces de adaptarse a lo humano que se refugian en los animales, en los perros. Y tampoco.
Son hermanos y forman junto al caniche del título un estupendo menage a trois. Con patriarca perruno de nombre Dani, esposa Eloísa e hijo Bernardo. Hasta ahí no están mal. El problema surge del dichoso complejo de Edipo que sufre el hijo/hermano humano. Desea a su madre/hermana.
Equilibrio complicado que sobrellevan a duras penas, pero correctamente. Hasta que llega la soñada y maldita herencia, el parné.
Son hermanos y forman junto al caniche del título un estupendo menage a trois. Con patriarca perruno de nombre Dani, esposa Eloísa e hijo Bernardo. Hasta ahí no están mal. El problema surge del dichoso complejo de Edipo que sufre el hijo/hermano humano. Desea a su madre/hermana.
Equilibrio complicado que sobrellevan a duras penas, pero correctamente. Hasta que llega la soñada y maldita herencia, el parné.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y con el dinero, lógicamente, aparecen todas las espinas. En la carencia nos contenemos, con el exceso nos desbaratamos y entregamos a todos los vicios nefandos.
Ella se echa un amante veterinario, regordete y timador, y él, el hijo/hermano, se la pega, en una de esas noches toledanas en las que sale de caza con ganas de echar al aire una cana, en venganza, despecho, ofendido, con otro perro que no es Dani, más buen mozo y poderoso.
Ella, como madre represiva, tiránica e hipócrita que es, no lo permite, coitus interruptus mediante, y le castiga.
Con lo que irrumpe la tragedia esperada (de donde no hay, pobres zagales, no se puede sacar). Él se vuelve perro también, se transmuta y la fuerza. Ella no quiere, forcejea, no parece que se deja, algún sollozo y lamento esboza.
El caso es que aquello acaba como el rosario de la aurora. Se enredan, muerden, comen, aman, odian, desprecian y desean y al final se matan. Convertidos los dos en hermosos perros sin suerte, desgraciados canes de mala muerte.
Dani sale huyendo, libre, feliz, es hora de buscar nuevas víctimas humanas. Con el objetivo claro, es pérfido, frío y ruin (el rey de los cánidos en la sombra, el mal al acecho, el caballo de troya y cancerbero, su héroe revolucionario y verdadero), de transformar a toda la raza humana en perruna. Y si fracasaran, los humanos que no lograran la ansiada metamorfosis, ellos mismos, tristes y frustrados, se canibalizarían en un feliz rito autodestructivo y funerario, en un aquelarre sanguinolento y abyecto.
Se deja ver. Tiene gracia, es cachonda y malévola. Hay voluntad de estilo. Un montaje rico, basado en un aluvión de primeros y primerísimos planos, bajos, extraños, esquinados, malpensados.
Otra cosa es la historia, la cual balbucea entre cierta sordidez excesiva y cómica, un estudio de personajes trastornados y a la contra, y una visión de la sociedad fea, paranoica, desquiciada, cutre y ridícula.
Nunca cansa ni molesta, solo a veces la corroe el tedio, la inanidad pretenciosa, el vacío involuntario. Por momentos renquea, delira, pierde completamente el sentido, pero su maldad se queda en la superficie, es un simpático juego inofensivo, correcto, puro y tibio, querido juguete de distante sigilo.
Me gusta más de lo que me turba o repugna. Por eso no me convence.
Ella se echa un amante veterinario, regordete y timador, y él, el hijo/hermano, se la pega, en una de esas noches toledanas en las que sale de caza con ganas de echar al aire una cana, en venganza, despecho, ofendido, con otro perro que no es Dani, más buen mozo y poderoso.
Ella, como madre represiva, tiránica e hipócrita que es, no lo permite, coitus interruptus mediante, y le castiga.
Con lo que irrumpe la tragedia esperada (de donde no hay, pobres zagales, no se puede sacar). Él se vuelve perro también, se transmuta y la fuerza. Ella no quiere, forcejea, no parece que se deja, algún sollozo y lamento esboza.
El caso es que aquello acaba como el rosario de la aurora. Se enredan, muerden, comen, aman, odian, desprecian y desean y al final se matan. Convertidos los dos en hermosos perros sin suerte, desgraciados canes de mala muerte.
Dani sale huyendo, libre, feliz, es hora de buscar nuevas víctimas humanas. Con el objetivo claro, es pérfido, frío y ruin (el rey de los cánidos en la sombra, el mal al acecho, el caballo de troya y cancerbero, su héroe revolucionario y verdadero), de transformar a toda la raza humana en perruna. Y si fracasaran, los humanos que no lograran la ansiada metamorfosis, ellos mismos, tristes y frustrados, se canibalizarían en un feliz rito autodestructivo y funerario, en un aquelarre sanguinolento y abyecto.
Se deja ver. Tiene gracia, es cachonda y malévola. Hay voluntad de estilo. Un montaje rico, basado en un aluvión de primeros y primerísimos planos, bajos, extraños, esquinados, malpensados.
Otra cosa es la historia, la cual balbucea entre cierta sordidez excesiva y cómica, un estudio de personajes trastornados y a la contra, y una visión de la sociedad fea, paranoica, desquiciada, cutre y ridícula.
Nunca cansa ni molesta, solo a veces la corroe el tedio, la inanidad pretenciosa, el vacío involuntario. Por momentos renquea, delira, pierde completamente el sentido, pero su maldad se queda en la superficie, es un simpático juego inofensivo, correcto, puro y tibio, querido juguete de distante sigilo.
Me gusta más de lo que me turba o repugna. Por eso no me convence.