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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
3
Aventuras. Drama Karamakate fue en su día un poderoso chamán del Amazonas; es el último superviviente de su pueblo y vive en lo más profundo de la selva. Lleva años en total soledad, que lo han convertido en "chullachaqui", una cáscara vacía de hombre, privado de emociones y recuerdos. Pero su solitaria vida da un vuelco el día en que a su remota guarida llega Evan, un etnobotánico norteamericano en busca de la yakruna, una poderosa planta oculta, capaz ... [+]
8 de marzo de 2016
37 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Theo, el científico alemán, Manduca, el indio asimilado como escudero y recién huido de la esclavitud cauchera, y Karamakate, el rebelde que vive solo tras la devastación de su tribu, se van de viaje por el río amazónico. En busca de la Yakruna, la planta del bien y del mal, el fruto de la sabiduría, la esencia de la tierra y el alma indígena.
Estamos en 1909. Treinta y un años después, Evans, científico estadounidense, y Chullachaqui, Karamatake ya viejo y cansado, repiten la misma singladura. El segundo viaje es un espejo del primero. El eterno retorno de lo mismo.
La película es el triste y extenuado discurrir por los meandros del río. Un viaje similar al del capitán Willard en busca del coronel Kurtz. En este caso, es un viaje hacia los orígenes, hacia la médula del tiempo.
El dramatismo es tosco y rudimentario, la tesis, superficial y conocida, el ritmo, dilatado y agotador, los personajes, meros arquetipos y el desarrollo, tan repetitivo; solo algunos chispazos brillantes finalmente te despiertan de un letargo sinuoso y consabido.
La intención parece evidente. Se trata de denunciar la barbarie blanca en los pueblos amazónicos mostrando, para ello, una hidra de tres cabezas: el dinero del negocio del caucho mediante la explotación de los indígenas y la naturaleza; la religión como sometimiento espiritual y físico; y la ciencia como fuerza violenta, torpe y bruta que no entiende la verdad de la selva ni la de sus pobladores.
El diablo blanco debe ser enseñado/educado por el nativo para que en su infinita necedad y maldad no lo destruya todo.
Es evidente que a lo largo de la historia el hombre occidental ha masacrado y explotado, en sus ansias expansivas y su inmensa codicia, otros pueblos y otras tierras. Todo lo cual es bueno recordarlo y mostrarlo.
Pero el modo elegido es pedestre y convencional. Consiste en recuperar maniqueísmos, ensaladas ideológicas que, paradójicamente, en contra de las engañosas apariencias (autores colombianos que, en verdad, reproducen conceptos europeos, sin ahondar, sin poner la mirada de verdad, nada más que como tópico apto para el consumo bien pensante y occidental, en esos pueblos exterminados o no tanto; nada, o poquísimo, vemos de sus costumbres, historia, organización, idiosincrasia, economía, belicismo, sexualidad, rivalidades, rituales, miserias, espantos, alegrías, fiestas...; solo dos o tres tipismos codificados, manufacturados, muy usados, listos para su venta masiva, para que no molesten a nadie, puro cliché facilón que deja el alma pura y la conciencia recién fregada), provienen del mismo mundo al que supuestamente se crítica. Es decir, la muy infantil idea del jardín del Edén mancillado por malvados extranjeros, el mito del buen salvaje y el sentimiento de culpa occidental producen regularmente obras que suelen reducir asuntos históricos y culturales ricos y complejos a un turismo ideológico que más bien parece una sesión de psicoterapia, cura de desintoxicación o confesión con cura, penitencia y hasta la próxima, que estudio, análisis o reflexión medianamente seria o rigurosa al respecto. Los periodos de abstinencia de un glotón muy gordo y muy ahogado en su superflua banalidad que busca calmar su angustia, su gran vacío e inanidad, algún consuelo en la flagelación y la hipocresía y que en poco tiempo volverá a las andadas, a comerse cualquier guarrería.
O de cómo reducir, folclorizar y simplificar a los sometidos, conquistados, asimilados, mezclados o aniquilados como prototipos domesticados y de mucho éxito entre la clientela más supuestamente intensa; como víctimas aleladas, sin criterio, voluntad ni inteligencia (la mayoría son vistos así) o prohombres morales llenos de sabiduría ética y conocimientos arcanos (que a ser posible se ayuden de sustancias, plantas o cualquier cosa que te permita viajes chamánicos al fin del tiempo y que recuerden al verano del amor y los paraísos artificiales que tanto éxito tuvieron entre los jóvenes occidentales más pijos, muchos otros, mucho me temo que la gran mayoría, tenían que trabajar, no tenían ni tiempo ni dinero para esas bellas huidas, hace no tanto; Castaneda, Leary, LSD, Morrison y el peyote, los viajes astrales, las puertas de la percepción y demás platos suculentos de una dieta muy querida y siempre añorada). Doble daño por lo tanto: el que sufrieron, y sufren, esos pueblos por su debilidad técnico-bélica y el que ahora les infligimos, también película mediante, al negarles su esencia y traducirles a códigos que poco se les parecen (eso sí, en la gala de los óscar aparecerán seguro, qué lujo, menudo éxito, vivan las metáforas y la sátira), que son más proyecciones más o menos artísticas de los mismos, aunque se disfracen con otros ropajes más mestizos y peliculeros ahora, o sus hijos y taratatanietos, que se les aparecieron en su tan lejano día no precisamente con las más buenas intenciones.
Otro asunto espinoso y lamentable es la reducción de la ciencia a mero instrumento de muerte que no entiende nada y que solo acumula saberes inútiles y, en la misma línea, su chusca, y muy manida, contraposición con los hondos saberes de los pueblos amazónicos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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