Sátira corrosiva, despiadada y cínica sobre "la gran estafa americana". La compra-venta de acciones como una farsa burda y deshumanizada. El robo con disimulo (poco).
Visión negra de la condición humana, no hay esperanza: la avaricia y la estulticia son nuestra esencia, se alimentan mutuamente y nos dominan.
Película demasiado (innecesariamente) larga; dura tres horas y se recrea y repite con las mismas orgías y el mismo leitmotiv: drogas-sexo-dinero. Se presenta una situación y se repite una y otra vez, así hasta la extenuación. Cansina, estragante y excesiva. Demasiado ruido y alboroto.
El problema es que se regodea tanto en el disfrute del dinero, en el vicio, que más que una crítica parece exaltación y propaganda. Elimina prácticamente todo lo demás; todas las causas, consecuencias, el contexto, el desarrollo de los personajes, las víctimas...; y aísla obsesivamente lo único que parece que le interesa, la bacanal infinita, el hedonismo histérico y brutal, la fiesta eterna y grotesca, es decir, muestra solo el resultado "gozoso", ni el proceso ni la información, se queda en lo más superficial y estúpido, no hay doble cara ni trasfondo; no hay, finalmente, nada que satirizar; son la corrupción, el despilfarro y el "todo vale porque puedo" mirándose arrobados al espejo, en un juego interminable y masturbatorio que acaba siendo tan imbécil como la imbecilidad que retrata; en un autocomplaciente y ensimismado ejercicio que, bajo la banal apariencia de la crítica, es en verdad una celebración del exceso porque sí, vacío y bobo, anémico intelectualmente, ambiguo o cuestionable moralmente, abrumador e irritante narrativamente, agotador y majadero, definitivamente. Solo hay un leve y efímero toque moralista como contrapeso ante tanta barbarie y regresión: cuando el poli vuelve en metro y observa los estragos que producen en personas concretas los desmanes de estos héroes bizarros; pobre gente que sufre el saqueo de unos cuantos sinvergüenzas.
Scorsese repite el modelo de "Uno de los nuestros"; ascenso y caída de un trepa sin escrúpulos en un mundo abyecto y fuera de la ley. Otra historia en la que exalta, cuestiona y desmenuza a un perfecto energúmeno; rebaja y reivindica a un mastuerzo peligroso y desequilibrado, un diablo americano. Sus películas suelen ser retratos exhaustivos e insistentes de locos; arquetipos que resumen y concentran todas las bajezas y posibilidades de un país; pesadillas luciferinas que muestran a individuos que conquistan un mundo (su mundo) poseídos por una ambición ciega y sin ningún criterio o moralidad; asesinos, idealistas, individualistas, valientes y suicidas; un mismo prototipo para una misma idea: el eterno retorno del sueño/pesadilla americanos protagonizado por Prometeos necios y cutres que arrasan con todo y pagan un precio muy alto; con una fe y una fuerza incontrolables, pero débiles e ignorantes en el fondo; enfermos, frágiles y heroicos en su derrota mostrenca. Películas amorales, sin punto de vista, y ese es el riesgo que tienen; transformarse en lo que aparentemente denuncian, ser solo superficie pirotécnica y estéril.
Espectáculo excitante y generoso, humorada gruesa y feroz que avanza a martillazos; pantagruélico festín. Exhibición de Di Caprio, fastuoso en su intensidad, acaba pesando su protagonismo asfixiante, un personaje tan insufrible que no da respiro y satura.