El comienzo es asombroso, ese diálogo superpuesto especialmente entre las dos hembras todopoderosas de la función es fabuloso, empiezan hablando de un muerto, de un asesinato, del deseo de justicia o más bien de venganza, de violencia desmedida, pero no, no es el caso, no era eso, era una excusa, en verdad hablan de deseo, de furor uterino insatisfecho, de celos, envidias, un hombre (Scott Brady me recordó a Ray Liotta) y dos mujeres, ellas, sexo, vale, correcto, de acuerdo, pero tampoco, no, se sigue subiendo (o bajando), abriendo, expandiendo, hay otro escalón todavía más cerca del cielo (o del infierno, se parecen un huevo), sí, el ferrocarril que como el milenarismo va a llegar, los ganaderos que no lo quieren aceptar, el control del territorio, el poder, por supuesto, acabáramos, el (jodido) dinero, asaltamos el ideal a fuego, éxtasis, culmen o cénit, clímax, el paraíso en la tierra, queda desnudada el alma humana en esa charla improvisada, violencia, sexo y dinero como los másteres del universo, sangre, chapoteo y oro como los motores primigenios del eterno no tan serio juego, causa y final, eso es todo, origen y demonio, estupor, desconcierto, encantamiento.
Posteriormente pasan un millón de cosas más de su madre, sobre todo, y de su padre, menos, y disparata bastante esta burrada hermosa, obra fastuosa preñada de una expresionismo loco fosforito to chulo escandaloso, muy bien dialogada y bella a su manera atormentada tortuosa pese a que tenga que cumplir con la cuota obligada de sucedidos y reacciones completamente sin sentido en muchas ocasiones para llegar a buen puerto.
Lo que más destaca es lo descarnado de todo y la brillantez de la escritura y algunos/muchos planos tremendos (cómo se coloca a los actores por ejemplo en la locura de ella con el corazón, y el vestido de paso, tan blanco y los hombres de negro enfrente suyo mientras toca el piano y se acerca ominosamente la tragedia, el descalzaperros), ese desgarramiento paroxístico lírico. Lo peor son los tópicos del western, cierto envaramiento de los actores, gélidos, estatuas de cera, y el último tramo un poco excesivo majadero, más si cabe que el resto, in crescendo, en cuanto a puro argumento.