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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
3
Acción. Ciencia ficción Tras el holocausto nuclear, la gasolina se ha convertido en un bien escaso y muy codiciado. Mad Max, héroe solitario, inicia una lucha sin cuartel para ayudar a una colonia de supervivientes constantemente atacada por un grupo de violentos guerreros que intenta arrebatarle un tanque de gasolina. Max decide ayudar a los defensores del tanque... (FILMAFFINITY)
6 de febrero de 2016
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Cronenberg, años después, utilizaría las máquinas y sus consecuencias inevitables, los accidentes, como motor erótico y cenáculo de perversiones metálicas de todo tipo, Miller es más del carnaval y el caos, de la benevolencia y la cochambre, más a ras de suelo, más bien humorado (aunque esta lo sea menos que la fundadora de la saga) y socarrón; y también más teórico y fetichista, más puritano en el fondo, más de enseñar cacha, e insinuar coyunda y engendro, que de mostrarla; prefiere la épica y la aventura, la carrera, el viaje, el movimiento, la añoranza mitológica, la refundación de la leyenda, el recuerdo de los héroes. Y todo ese magma depara una extraña mezcla: la que saldría de juntar la Ilíada de Homero con el cuarto oscuro de una disco gay y con los sueños púberes de un lector enfebrecido de tebeos y amante de gamberros superhéores que en sus ratos libres se dedica a visitar hospitales llenos de mutilados de guerra y a conducir ambulancias kamikaze en mitad de la noche. O de cómo ser un arquitecto de la entropía, un sibarita de la podredumbre y la miseria, un artista del enjambre humano, vaciado de contenido, reducido a escombros, casi mudo y ciego, casi indistinguible de las máquinas que creó y que ahora, sin remisión, le destruyen.
Lirismo y garrulería. Una oda a la destrucción y un canto a la esperanza humana, a la voluntad de supervivencia. Muy contradictorio, muy chusco y aturullado. El atolladero de un creador delirante al que, según mi modesto entender, o no tanto, en aquellos lejanos ochenta todavía le faltaba, de todo, medios económicos, por supuesto, para recrear sus desenfrenos con mayor deslumbre y precisión, y también capacidad para saber elegir y arropar, desde cortar escenas de relleno a poder alargar otras con mayores posibilidades dramáticas. De ahí que el resultado sea como una especie de boceto, lleno de ideas e ingenios, pero sin forma, o con una pobre, desbaratada, primitiva, emborronada, confusa, sin terminar de cuajar ni madurar, verde que te quiero verde, astringente y desaboría.
El Gibson ortopédico, el niño troglodita, la rubita dale que dale con sus miraditas de golosona cervatilla, el Ícaro, el ayatolá mariposón...
Ferdydurke
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