Media votos
4.2
Votos
2,737
Críticas
2,737
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Ferdydurke:
3
23 de septiembre de 2020
6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un estupendo sermón. La chica decente y el buen partido. ¿Cuando surge el verdadero amor, el universo entero conspira para destruirlo o por lo menos corromperlo?
Lo tengo dicho, hay que follar antes del matrimonio, bajarse al pilón, o por lo menos, efecto placebo, tener conexión a internet, si no quieres convertir tu vida en un estrambótico descalzaperros, agonía exangüe, semen retentum venenum est, furor uterino y pierdo el tino.
De cómo en los años sesenta, terrible época, anuncio pavoroso de lo que vendría después y hoy, ahora mismito, conectamos en directo, disfrutamos en su máximo apogeo, esa abrasiva represión disfrazada de enfermiza libertad, ese control total de la población vestido de preocupación, esa censura omnímoda, esa mediocridad abismal, esa corrupción infinita, había clima de cambio, de ciclo concretamente, como en el fútbol, qué divertido, ya la estrella del espectáculo, el showman no era el mismo, ahora tocaba otro, había que renovar el equipo titular para poder disputar la champions otra vez, el cura ya no pintaba nada, nadie le hacía caso ni escuchaba, nos dormía a todos, el rey del mambo era ya el psiquiatra, mola mazo, ganamos mucho con el cambio, qué ser tan sabio, simpático, comprensivo y justo, cómo nos gusta, estamos en las mejores manos científicas y cabales, no como las de antaño, tan supersticiosas e irracionales.
Dios ha muerto, viva Freud, aparta el confesionario de mi vista, me echo en el diván que es mucho más cómodo, dale. El cielo es el sexo, el infierno, su ominosa ausencia o dolorosa negación, de todo ello, ni un triste polvo y me vuelvo loco, o copulamos o la armamos.
Película que durante sus casi dos horas supone un ejercicio de sadismo severo, sin compasión ni perdón, a puñetazos de delirio, a brochazos gordos de histrionismo, a la carrera de disparates, exageraciones y manipulaciones, una vez más el cine considera al espectador el saco de los golpes, un ser ni siquiera humano, casi como un retrete donde los artistas del séptimo arte que tanto nos quieren y respetan hacen sus deposiciones, llenas de vergüenza, locura y homilía.
En la línea de aquel otro tormento imposible, "Rebeldes sin causa", tan parecidas en tantas cosas, con los padres, símbolo evidente del pasado y el orden que hay que superar, como el objetivo a derribar, enemigos públicos números uno y dos, aquí representados especialmente por dos monstruos absolutos, el padre de él, obviamente, y la madre de ella, quién iba a ser si no, sus compañeros son solo calzonazos, de los dos sexos, uno de ellos hasta llama mamá a su mujer o parienta, no digo más.
Después de superar las dos guerras mundiales, muy seguidas, y atravesar más o menos feliz y plácidamente la próspera y correcta frigidez de la década de los cincuenta, llegaron las ganas de juerga, esto es una marea que siempre vuelve, se suceden las épocas, se repiten los modos de otra forma, de quemar energía sobrante, de alzar la copa y brindar por lo que nos queda que de las manos se nos escapa, de soltarse el pelo y echar una última cana al aire antes de volver al convento, tal vez psiquiátrico, quién sabe, es lo mismo, en el que estamos metidos tan dichosos ahora todos dentro, era todo lo más bueno, los jipis, las drogas, la música nueva, la lisergia, la psicodelia, el zoom, toda la fiesta bella, las soflamas, el amor libre, la hermosa primavera, París, Praga, la nouvelle vague, el color a todo babor, el pelo, ay, amor, que me pierdo y no me encuentro.
Por eso esta película es tan extraña y bizarra, porque mira los felices años veinte, tras la primera gran guerra, sus finales, del 28 en adelante, que es cuando empieza esta película, que anunciaban tragedia, derrumbe, catacrack, el famoso socavón del 29, la superación de la época del jazz, el chárleston, la bolsa que sube, el petróleo que nos cubre, todo eso lo cuenta de manera marciana, con mucho melodrama, con los anteojos de treinta años más tarde, por eso es solo una excusa para cultivar su discurso y hacernos pasar un mal rato, que les gusta joder (nos) sin descanso.
Y si en la de Nicholas Ray, Dean hacía de las suyas, en ambos casos la pizpireta Natalia rompe la pana con su de chiquilla torbellina gracia, aquí tenemos a Beatty para que no falte de nada, en el mismo camino o senda de perdición en la actuación, pero un millón de veces peor, imposible superar esta mala interpretación, tan envarada, ortopédica y absurda, eso, por ejemplo, de que cuando hablas con alguien, da igual que sea el panadero o tu santa enamorada, en lugar de mirar a la persona que tienes delante de tus narices, suele ser lo más conveniente, prefieres girar el cuerpo, contorsiones varias mediante, para encontrar la posición corporal más incómoda y/o ridícula, y así poder mirar a gusto el infinito, en lontananza, o a un árbol que esté a una milla de distancia, seguro que él te entiende mejor, naturalidad se llama.
En definitiva, una película rabiosamente moralista, a martillazos, viscosa, pringosa, reprimida, obsesiva, tosca, exacerbada, grotesca, chillona, agresiva, salvajemente mensajeadora y de intenciones tan claramente obvias.
Lo tengo dicho, hay que follar antes del matrimonio, bajarse al pilón, o por lo menos, efecto placebo, tener conexión a internet, si no quieres convertir tu vida en un estrambótico descalzaperros, agonía exangüe, semen retentum venenum est, furor uterino y pierdo el tino.
De cómo en los años sesenta, terrible época, anuncio pavoroso de lo que vendría después y hoy, ahora mismito, conectamos en directo, disfrutamos en su máximo apogeo, esa abrasiva represión disfrazada de enfermiza libertad, ese control total de la población vestido de preocupación, esa censura omnímoda, esa mediocridad abismal, esa corrupción infinita, había clima de cambio, de ciclo concretamente, como en el fútbol, qué divertido, ya la estrella del espectáculo, el showman no era el mismo, ahora tocaba otro, había que renovar el equipo titular para poder disputar la champions otra vez, el cura ya no pintaba nada, nadie le hacía caso ni escuchaba, nos dormía a todos, el rey del mambo era ya el psiquiatra, mola mazo, ganamos mucho con el cambio, qué ser tan sabio, simpático, comprensivo y justo, cómo nos gusta, estamos en las mejores manos científicas y cabales, no como las de antaño, tan supersticiosas e irracionales.
Dios ha muerto, viva Freud, aparta el confesionario de mi vista, me echo en el diván que es mucho más cómodo, dale. El cielo es el sexo, el infierno, su ominosa ausencia o dolorosa negación, de todo ello, ni un triste polvo y me vuelvo loco, o copulamos o la armamos.
Película que durante sus casi dos horas supone un ejercicio de sadismo severo, sin compasión ni perdón, a puñetazos de delirio, a brochazos gordos de histrionismo, a la carrera de disparates, exageraciones y manipulaciones, una vez más el cine considera al espectador el saco de los golpes, un ser ni siquiera humano, casi como un retrete donde los artistas del séptimo arte que tanto nos quieren y respetan hacen sus deposiciones, llenas de vergüenza, locura y homilía.
En la línea de aquel otro tormento imposible, "Rebeldes sin causa", tan parecidas en tantas cosas, con los padres, símbolo evidente del pasado y el orden que hay que superar, como el objetivo a derribar, enemigos públicos números uno y dos, aquí representados especialmente por dos monstruos absolutos, el padre de él, obviamente, y la madre de ella, quién iba a ser si no, sus compañeros son solo calzonazos, de los dos sexos, uno de ellos hasta llama mamá a su mujer o parienta, no digo más.
Después de superar las dos guerras mundiales, muy seguidas, y atravesar más o menos feliz y plácidamente la próspera y correcta frigidez de la década de los cincuenta, llegaron las ganas de juerga, esto es una marea que siempre vuelve, se suceden las épocas, se repiten los modos de otra forma, de quemar energía sobrante, de alzar la copa y brindar por lo que nos queda que de las manos se nos escapa, de soltarse el pelo y echar una última cana al aire antes de volver al convento, tal vez psiquiátrico, quién sabe, es lo mismo, en el que estamos metidos tan dichosos ahora todos dentro, era todo lo más bueno, los jipis, las drogas, la música nueva, la lisergia, la psicodelia, el zoom, toda la fiesta bella, las soflamas, el amor libre, la hermosa primavera, París, Praga, la nouvelle vague, el color a todo babor, el pelo, ay, amor, que me pierdo y no me encuentro.
Por eso esta película es tan extraña y bizarra, porque mira los felices años veinte, tras la primera gran guerra, sus finales, del 28 en adelante, que es cuando empieza esta película, que anunciaban tragedia, derrumbe, catacrack, el famoso socavón del 29, la superación de la época del jazz, el chárleston, la bolsa que sube, el petróleo que nos cubre, todo eso lo cuenta de manera marciana, con mucho melodrama, con los anteojos de treinta años más tarde, por eso es solo una excusa para cultivar su discurso y hacernos pasar un mal rato, que les gusta joder (nos) sin descanso.
Y si en la de Nicholas Ray, Dean hacía de las suyas, en ambos casos la pizpireta Natalia rompe la pana con su de chiquilla torbellina gracia, aquí tenemos a Beatty para que no falte de nada, en el mismo camino o senda de perdición en la actuación, pero un millón de veces peor, imposible superar esta mala interpretación, tan envarada, ortopédica y absurda, eso, por ejemplo, de que cuando hablas con alguien, da igual que sea el panadero o tu santa enamorada, en lugar de mirar a la persona que tienes delante de tus narices, suele ser lo más conveniente, prefieres girar el cuerpo, contorsiones varias mediante, para encontrar la posición corporal más incómoda y/o ridícula, y así poder mirar a gusto el infinito, en lontananza, o a un árbol que esté a una milla de distancia, seguro que él te entiende mejor, naturalidad se llama.
En definitiva, una película rabiosamente moralista, a martillazos, viscosa, pringosa, reprimida, obsesiva, tosca, exacerbada, grotesca, chillona, agresiva, salvajemente mensajeadora y de intenciones tan claramente obvias.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Los dos horrorosos padres piden, a su manera lamentable, perdón en el último momento, tienen su corazoncito a pesar de todo, los muy cabrones.
Lo único bueno es el ratito final, cuando todo se relaja un poco, cuando nos dejan observar lo que pasa con un poco más de calma, delicadeza, sutileza y matiz, cuando ella le baja del pedestal de niño pijo ultramillonario y súperjugador de fútbol americano al ver que ahora no es más que un pobre hombre agricultor sin un duro, sucio, con una desgraciada mujer otra vez embarazada de compañera, ella, en cambio, gracias al negro azar, al padre que vendió las acciones para poder ayudarla e ingresarla, ahora tiene más y mejores posibilidades, es una señoritinga que se va a casar con un médico, nada menos, qué chollo, no como la pobre chica de la pizza que la contempla avergonzada y que da tanta penita en su cocina preparando la comida, esa chica tan buena que se queda tocada al sufrir en sus propias carnes la diferencia entre una y otra, lo que Warren entiende de inmediato y por eso la besa con el cariño necesario, un Beatty que en verdad protagoniza el cuento al revés, sabotea el mito, él era un príncipe que quería ser sapo, un ricacho que quería ser agrario, y desgraciadamente los sueños se hacen realidad si te esfuerzas lo suficiente y perseveras en ello, que nadie te detenga, no escuches a los que te digan que no merece la pena, ea, te vendo mi método por un módico precio, ahí tienes mi libro o clases presenciales, lo que más prefieras, los ocho pasos maestros para abrirte camino y conseguir todo lo que te propongas, el dinero no da la felicidad, es solo para pagar a hacienda.
En ese último encuentro a campo abierto se viene a decir que se quisieron a morir y que todavía lo sienten, pero que la vida es otra cosa, nada tiene que ver con eso, y que al final todo el mundo se arregla con lo que puede y con quien le dejan, no con lo que tanto desea o con quien más quiere y anhela, y que no importa, o sí, mucho, es tristísimo, pero qué más da, qué se la va a hacer, nada se puede cambiar ya, la pescadilla que se muerde la cola o lo que sea que más te joda.
Lo que no tiene ni el más mínimo sentido es la coda final con las palabras del bello poema metidas a lo que salga, en su caso parece hasta con intención sarcástica, pura joda, a muy mala idea, ellos no tuvieron ni esplendor ni gloria ni pito del sereno, nada que recordar con agrado y evitar así la aflicción segura y postrera, a lo sumo disfrutaron de un efímero espejismo muy ponzoñoso, solo padecieron calamidades horripilantes, cruel abstinencia, indecible estupidez y mucha mala gente, un ridículo sangrante a toda hora, sin consuelo posible ni redención a última hora.
Por todo lo descrito anteriormente, la película resulta insoportable, llena de sordidez y miseria, de obviedad y tortura, con personajes espantosamente tontos y malos y avariciosos y primarios y ruines y brutales y mezquinos, y una narración abominable (¿a la hermana la olvidaron de repente, había cumplido su función morbosa y ya no les interesaba, había, por lo tanto, que ignorarla para luego matarla de aquella manera?), aparatosa, tendenciosa, sermoneadora, muy estrepitosa y maleducada y grosera.
Esta película no propone nada, es revulsiva y feroz, es una enfermedad y ese es su único posible valor, que señala un momento de crisis y disolución de manera teatral y bellaca, es reflejo exacto de lo que más ataca y anuncia de manera oblicua y atormentada la tragedia venidera, por ejemplo, la nuestra, tan hermosa.
Lo único bueno es el ratito final, cuando todo se relaja un poco, cuando nos dejan observar lo que pasa con un poco más de calma, delicadeza, sutileza y matiz, cuando ella le baja del pedestal de niño pijo ultramillonario y súperjugador de fútbol americano al ver que ahora no es más que un pobre hombre agricultor sin un duro, sucio, con una desgraciada mujer otra vez embarazada de compañera, ella, en cambio, gracias al negro azar, al padre que vendió las acciones para poder ayudarla e ingresarla, ahora tiene más y mejores posibilidades, es una señoritinga que se va a casar con un médico, nada menos, qué chollo, no como la pobre chica de la pizza que la contempla avergonzada y que da tanta penita en su cocina preparando la comida, esa chica tan buena que se queda tocada al sufrir en sus propias carnes la diferencia entre una y otra, lo que Warren entiende de inmediato y por eso la besa con el cariño necesario, un Beatty que en verdad protagoniza el cuento al revés, sabotea el mito, él era un príncipe que quería ser sapo, un ricacho que quería ser agrario, y desgraciadamente los sueños se hacen realidad si te esfuerzas lo suficiente y perseveras en ello, que nadie te detenga, no escuches a los que te digan que no merece la pena, ea, te vendo mi método por un módico precio, ahí tienes mi libro o clases presenciales, lo que más prefieras, los ocho pasos maestros para abrirte camino y conseguir todo lo que te propongas, el dinero no da la felicidad, es solo para pagar a hacienda.
En ese último encuentro a campo abierto se viene a decir que se quisieron a morir y que todavía lo sienten, pero que la vida es otra cosa, nada tiene que ver con eso, y que al final todo el mundo se arregla con lo que puede y con quien le dejan, no con lo que tanto desea o con quien más quiere y anhela, y que no importa, o sí, mucho, es tristísimo, pero qué más da, qué se la va a hacer, nada se puede cambiar ya, la pescadilla que se muerde la cola o lo que sea que más te joda.
Lo que no tiene ni el más mínimo sentido es la coda final con las palabras del bello poema metidas a lo que salga, en su caso parece hasta con intención sarcástica, pura joda, a muy mala idea, ellos no tuvieron ni esplendor ni gloria ni pito del sereno, nada que recordar con agrado y evitar así la aflicción segura y postrera, a lo sumo disfrutaron de un efímero espejismo muy ponzoñoso, solo padecieron calamidades horripilantes, cruel abstinencia, indecible estupidez y mucha mala gente, un ridículo sangrante a toda hora, sin consuelo posible ni redención a última hora.
Por todo lo descrito anteriormente, la película resulta insoportable, llena de sordidez y miseria, de obviedad y tortura, con personajes espantosamente tontos y malos y avariciosos y primarios y ruines y brutales y mezquinos, y una narración abominable (¿a la hermana la olvidaron de repente, había cumplido su función morbosa y ya no les interesaba, había, por lo tanto, que ignorarla para luego matarla de aquella manera?), aparatosa, tendenciosa, sermoneadora, muy estrepitosa y maleducada y grosera.
Esta película no propone nada, es revulsiva y feroz, es una enfermedad y ese es su único posible valor, que señala un momento de crisis y disolución de manera teatral y bellaca, es reflejo exacto de lo que más ataca y anuncia de manera oblicua y atormentada la tragedia venidera, por ejemplo, la nuestra, tan hermosa.