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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
6
Drama. Romance. Bélico A lo largo de tres generaciones, dos familias de un pequeño valle guipuzcoano mantienen relaciones tortuosas, marcadas por la violencia y las pasiones. La historia comienza en Guipúzcoa, en 1875. En una trinchera carlista, durante la guerra, un aizkolari logra salvar la vida embadurnándose con sangre de uno de los muertos, y dejándose apilar con los cadáveres. La presencia de una vaca le produce una extraña sensación, que se volverá obsesiva. (FILMAFFINITY) [+]
17 de octubre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ojo de la vaca y de la cámara. Mirar. La vida, la naturaleza. La realidad partida en dos, la del que observa y lo que se ve, dos lados. El oficio de ver, retratar y contar. El arte. Que pulsa el miedo. Que descubre el milagro de la vida, que todo vibra y siente (¿panteísmo?), todo es misterio y revelación (¿religión animista?), la epifanía en/de cada instante, todo es bello y monstruoso a la vez (¿barroco?).
Bella, arriesgada, valiente proeza audiovisual del raro Medem. Llena de rimas y temas que se repiten y revuelven sobre sí mismos. Tiempos circulares y personajes que son el mismo, arquetipos, diferentes nombres para un mismo ser. Guerras, amores, familia, remolino envolvente.
¿Y lo vasco prototípico bucólico legendario? El caserío, el monte, el hacha, la vaca... Sí, también, una etnología, una antropología, una mitología finalmente. Símbolos, ilusiones, anhelos que se repiten eternamente.
Y una mirada tan intensa que diríamos mágica, todo está vivo, tiembla y ansía. El temor y el amor que provocan/despiertan todas las cosas si eres capaz de verlas por primera vez, de veras, la realidad entera transmutada por la capacidad poética/renovadora de observación.
Porosa y morosa. Abierta y retorcida.
También es cierto que juega en el alambre, en el de intentar entretener y fabular a la misma vez, narrar una historia a fuerza de tajos y cortes, de forma brusca y abrupta, con apenas diálogos y datos, confiando en que el espectador (no perezoso ni demasiado adocenado, mucho pedir a estas muy malas alturas) entre sin miedo en ese mundo, su mundo, tan asociativo, áspero y lírico.
Y hay momentos recurrentes e innecesarios, otros quizás más vacuos y oscuros. Sí, es verdad. Pero en su apuesta, tanto por la intención como por el resultado, es un pequeño milagro, aunque irregular y trabado, lleno de vislumbres y hermosuras. Tan naíf como cruel. Juega al contraste y la ambigüedad.
Una cámara manejada con habilidad y una música sugerente, actores acertados y personajes propicios, un todo armónico y ligado.
Vale, Vaca.
Ferdydurke
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